Ahora hagamos una recapitulación: el poder espiritual siempre ha sido
ostentado por la casta guerrera. ¿Por qué? Porque en su sangre, o su
inconsciente personal, se siente más clara y por ende más pura, la naturaleza
extradimensional del principio de originación, que necesariamente es antitético
u hostil a la dimensionalidad, pues participa de la infinitud, y no puede ser
mensurado. De ahí que lo guerrero representa REALMENTE esa naturaleza
antidimensional, o antimaterial del principio de generación u originación.
Y este es el “liev motiv” de toda Metaética, desarrollar sufienciéntemente el
lenguaje y sus aserciones sémicas indispensables para tener la capacidad de
distinguir gnoseológicamente entre espíritu y alma. Para entrever mejor esta
comparación entre el poder espiritual y el temporal hay que hacer una
aproximación psicológica que nos ayude a desentrañar estas significaciones.
La función regia se sostiene en la sangre, y la sangre por su permanencia
trascendente y atemporal es como una piedra. La espada son las aristas, las
presencias de la sangre que contienen todo el sentido posible; esta potencia de
las presencias de la sangre no es manipulable desde los sujetos psicológicos, o
mejor dicho, los sujetos psicológicos son impotentes para sostener esta
potencia; por eso la “espada” permanece atrapada en la “piedra”, el caudal
milenario que contiene la potencia racial; en algún “lugar” del tiempo. Sólo el
Rey, quién ostenta REALMENTE la función regia podrá liberar la espada; Es
decir, sólo aquel que es capaz de vincularse o siquiera vislumbrar el principio
de originación, el “Vrill”, podrá apoyarse en la coyuntura y “sacar” la “espada”
de la “piedra”, o lo que es lo mismo, expresar el CARISMA QUE ESTA
IMPREGNADO EN ESA MEMORIA RACIAL EN CADA UNA DE LAS
PRESENCIAS DE LA SANGRE, QUE JUNTAS SON LA POSIBILIDAD PURA
DE LA RAZA.
El poder consiste en hacer mi voluntad e imponerla. Ese es el significado de
“poder”. Hay tres formas de imponer la propia voluntad, una, la “legal”, apoyada
en el principio de originación, la legítima, es mediante el carisma, que es el
poder de convocar todo el sentido posible y evocarlo colectivamente. Las otras
dos formas usurpan la función regia: la fuerza y la dádiva, el dinero. Y estas
formas de ostentar la función regia son propias de un colectivo social
decadente, acéfalo, sin líder de sangre pura.
El “Graal”, o como símbolo asimilado por el judeocristianismo, el “Grial”, “copa”,
representa ese poder de originación, es el aval de la función regia, más allá de
toda ley propia de las dimensiones inferiores a su ORIGEN, que refleja la
belleza intrínseca de lo puro, de lo ORIGINAL, y confirma la función regia por el
sentido que sólo puede generar lo increado, el ORIGEN. Afortunadamente
existe una secuencia fílmica que expresa esta idea del desafío y rebeldía
graciosa de Lucifer, cuya Gema dejada en Arras, es garantía de la última
aproximación de la humanidad al principio de originación. Vamos a describir la
secuencia, pero antes expresaremos la idea del “Graal” de Don Germán
Grundy, uno de los gnósticos más esclarecidos de los últimos tiempos: “Lucifer
se aproxima al universo de el Uno, y deja caer una gema de su corona con
gracia divina, infinitamente seguro de su belleza original…y ese reflejo deja
helados de terror a quienes se tenían por los más grandes creadores
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