del ser humano, que esta demás decirlo, es fundamento del hecho cultural, y
es por ello que surgen serios problemas a la hora de recomponer lo que se ha
fragmentado para el análisis.
Veamos el rigor científico con el cual se entrega a la conquista de saberes
académicos, acumulando información, totalmente enfocado al mundo sensorial
y variable de los mecanicismos complejos, tan alejado de la actualidad del
hecho cultural en la que necesariamente esta inserto y ante la que es
impotente a la hora de la verdad. Aglutinado en superestructuras gigantescas
que el mundo moderno requiere para su manifestación cultural, el sentido solo
puede adosarse a los objetos culturales, porque ya no hay siquiera
reminiscencias de significados originales y arcaicos, estos han sido relegados a
la esfera del inconsciente personal y colectivo. Si emergen serán reprimidos
por la esfera consciente que no puede soportar la poderosa potencia de los
símbolos raciales. No hay soluciones visibles para la psicología racionalista de
occidente que es impotente ante el desborde de las psicopatías resultantes.
El hombre moderno, lejos de las significaciones originales del ancestro que
sabía muy bien quien era y de donde venia, tiene un concepto tan vago de sí
mismo, que cree ser solamente un mono evolucionado, lo que conduce a ser
un animal racional y seguir un camino de dolor para llegar a ningún lado. No es
raro ver que exista tanta pobreza moral e impotencia anímica en este
“renacuajo evolucionado” que ahora tiene entre sus manos pomposos tratados
de libre comercio, bombas de hidrógeno y serios problemas de incontinencia.
La masificación, resultado de la democratización de todo, es decir, que el
colectivo tiene derecho a todo, aún si no esta capacitado y debidamente
preparado para asumir responsabilidades de semejante magnitud, ha dado
como resultado la insuficiencia de los servicios básicos: salud, educación y
trabajo, pero también la gran oferta de servicios profesionales varios, sobretodo
abogados, médicos y administradores, que ha saturado el mercado laboral y ha
creado un nueva forma de crisis social: el abuso colectivo.
Ya lo dijimos al principio, EL HOMBRE ANTIGUO TENÍA UNA CULTURA DE
INTROSPECCIÓN HACÍA LA CENTRALIDAD DE SÍ MISMO. En contrapartida,
el hombre de nuestros días tiene una cultura de extraversión hacía los objetos
culturales, que asoman en su horizonte de significación carente de códigos
semióticos arcaicos, ancestrales, en su esfera consciente, por lo tanto es
vulnerable al poder de seducción de la sociedad de consumo.
Esta situación de re-versión se manifiesta a través de la CULTURA sostenida
por el aparato sistémico: organizaciones multilaterales cuya actividad gira
preponderantemente alrededor del COMERCIO, fundamento de todo pacto
cultural que propicia la sumisión a los estándares de vida “burgueses”.
Consumismo compulsivo: gama de objetos culturales, bienes desechables,
automatismo, tecnologías aplicadas para tornar al mundo más complejo y
dependiente de los comerciantes y/o fabricantes. Una visión entelequial de un
hombre futuro que ya no necesitará del trabajo manual para sobrevivir, pues
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