CAPÍTULO OCTAVO.
DEONTOLOGÍA COMO ÉTICA PSICOLÓGICA.
1. Corrientes Deontológicas.
Existen dos posturas que sigue la ética psicológica: la deontología rigurosa o
radical, y la deontología mitigada. Ambas son desdoblamientos psicológicos. La
deontología es, por antonomasia, ética, y la ética siempre es psicológica.
Contextualicemos.
Vamos a tomar el significado que le asigna la enciclopedia Sopena al término
“Deontología”: “Ciencia o tratado de los deberes y derechos”. Es decir, en
cuanto a los “deberes”, trataría de responder a la pregunta: ¿Qué debo hacer
con la cosa? ; Connotando un carácter necesariamente axiológico. Y en cuanto
a los “derechos”, trataría de responder a la pregunta: ¿Qué puedo saber de la
cosa?, connotando un postulado estrictamente gnoseológico, y además,
teleológico, puesto que siempre esta implícita una finalidad, que a su vez, debe
ceñirse a un régimen moral.
Por eso la deontología es normativa, y desde el decálogo del Pentateuco, hasta
los ordenamientos constitucionales modernos, encuadran el “deber” que debe
manifestarse en el conciente colectivo, en la esfera de luz del sujeto
globalizado, relegando los contrastes, las prohibiciones, hacia el inconsciente
colectivo. Notamos que los postulados deontológicos tienden hacia una
finalidad, y los contrastes de dichos postulados, la marca dialéctica, es
relegada, y por lo mismo, sujeta de incomprensión, es decir, inconsciente. A
todas luces, y por todo lo expuesto hasta aquí en este tratado, podemos
apreciar el psicologismo intrínseco de la ética y la moral.
La moral siempre debe manifestarse, MOSTRARSE, lo a-moral, debe
permanecer en la sombra, íntimamente; y esta “doble moral”, prima en las
tendencias actitudinales del sujeto individual y colectivo. Sin esta dualidad los
sistemas, estructuras, y macro-estructuras, carecerían de funcionalidad, y esta
claro que sin funcionalidad operativa, todo colapsaría indefectiblemente. Sin
“idea” de fascismo, no podría funcionar el marxismo, sin “idea” del contraste, no
funcionaría el decodificador analógico que los “cientificistas”, un tipo riguroso
de deontólogo normativo, llaman cerebro y razón.
A partir del iluminismo y la revolución francesa, se instaura en el mundo el
postulado positivista, y un positivista es un deontólogo normativo riguroso. Al
circunscribirse a la evidencia material, relega todo lo que no es capaz de
comprender a una esfera de especulación, convirtiendo la metafísica, pilar del
mundo antiguo, en una mitomanía carente de sentido. El problema es que todo
lo que no tenga algún sentido para el racionalista, debe ser eliminado como
opción cognoscible, y por eso los ateos, agnósticos, escépticos, abundan en
este tipo psicológico, que en nuestro actual contexto del siglo XXI, este ahora, y
lamentablemente, agregaremos, son abrumadora mayoría en occidente.
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