antropoide sería capaz de desarrollar precarias formas de comunicación y
primitivas sociedades gregarias.
Existirían como grupo, sin la posibilidad de asignarse nombres, no podrían
distinguirse unos de otros, y esa “humanidad” antropoide sería más como un
sujeto colectivo, indiferenciado, que una colectividad de individuos
diferenciados. Las estructuras psicológicas serían capaces de reflejar una
seudo voluntad gregaria, fenómeno que podemos apreciar en las sociedades
animales superiores, una especie de voluntad instintiva indiferenciada.
Todo cambiaría con la introducción de la “I” en su memoria arquetípica a través
de una mutación provocada. Con ese aporte angular, el antropoide dejaría de
ser un “Ö” para afirmar un rasgo diferenciado, es decir, un “I-O”, o “Yo”; Pasaría
a ser un hombre, un ente civilizador por excelencia, capaz de desarrollar
complejos semióticos y asignaciones, siempre referidas a su Sí Mismo.
Para los fines de este tratado, identificaremos ese aporte angular, la “Y”, como
el centro volitivo del individuo, y más allá de algo racional, empírico,
pretendemos realizar una contrastación analógica, para acercarnos a la
comprensión, aprehensión, de algo que no puede ser expuesto epistemológica,
ni científicamente, ya que está por encima de la significación del horizonte
normal del Ser Humano. Lo angular es la forma del rasgo volitivo diferencial, el
soporte de la individualidad. El gregarismo antropoide llega a su final con el
aporte volitivo que permite a los miembros de esa comunidad gregaria
individualizarse. Por ello el rasgo volitivo lo es todo, y en un proceso de
individuación, tenemos que ser capaces de afirmar ese rasgo diferencial
cognitiva y gnoseológicamente.
Recordemos lo que decíamos cuando analizábamos los problemas del hombre
y la mujer occidental: “Confusión metaconceptual entre entidades
diferenciadas; Es decir, se confunde alma con espíritu, esencia con forma,
cerebro con mente, afecto con segregación de hormonas, efecto con causa,
etc.; Esto se refleja en un error gnoseológico fundamental de naturaleza
conceptual cultural, que lleva a confundir al EGO con la PERSONALIDAD
PSICOLÓGICA”. Pues bien, estamos en condiciones ya de complementar la
analogía, es decir, que la personalidad psicológica, lo anímico, el alma, es la
“O”, y el Espíritu, el rasgo diferencial, el EGO, la VOLUNTAD, es la “Y”. Lo
angular opuesto a lo circular. El colectivismo contra el individualismo. Lo
psicológico contra lo extrapsicológico; en fin, la ética contra la meta-ética.
Se habrá notado ya, que estos símbolos se hallan profundamente confundidos
en el ser humano. Por eso hemos afirmado desde un principio, que la situación
existencial del hombre y la mujer occidental es la CONFUSIÓN. Por eso
decíamos que el hombre antiguo era capaz de sostener su voluntad a costa de
los automatismos legales de su personalidad psicológica.
Leonidas, el espartano, es el ejemplo perfecto, ya que con su monolítico
sentido del honor, apabulla la razón y los afectos, que en el hombre y la mujer
modernos son factores predominantes.
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