idea feliz. Les espero a él y a su hija de un momento a otro: vienen a pasar conmigo el 4 de octubre y a ver en qué para esta tentativa de dar luz a mi hijo...
Iba avanzando mansamente la noche y los cuatro personajes rodeábanse de una sombra apacible. La casa empezaba a humear, anunciando la grata cena de aldea. El patriarca, que parecía la expresión humana de aquella tranquilidad melancólica, volvió a tomar la palabra, diciendo:
-La felicidad de mi hermano y la mía dependen de que yo tenga un hijo que ofrecer por esposo a Florentina, que es tan guapa como la Madre de Dios, como la Virgen María Inmaculada según la pintan cuando viene el ángel a decirle: « el Señor es contigo...» Mi ciego no servirá para el caso... pero mi hijo Pablo con vista será la realidad de todos mis sueños y la bendición de Dios entrando en mi casa.
Callaron todos, hondamente impresionados por la relación tan patética como sencilla del bondadoso padre. Este llevó a sus ojos la mano basta y ruda, endurecida por el arado, y se limpió una lágrima:
- ¿ Qué dices tú a eso, Teodoro?-preguntó Carlos a su hermano.
-No digo más sino que he examinado a conciencia este caso, y que no encuentro motivos suficientes para decir: « no tiene cura », como han dicho los médicos famosos a quienes ha consultado nuestro amigo. Yo no aseguro la curación; pero no la creo imposible. El examen catóptrico que hice ayer no me indica lesión retiniana ni alteración de los nervios de la visión. Si la retina está bien, todo se reduce a quitar de en medio un tabique importuno... El cristalino, volviéndose opaco y a veces duro como piedra, es el que nos hace estas picardías. Si todos los órganos desempeñaran su papel como les está mandado... Pero allí, en esa república del ojo, hay muchos holgazanes que se atrofian...
-De modo que todo queda reducido a una simple catarata congénita-dijo el patriarca con afán.
- ¡ Oh, no, señor; si fuera eso sólo, seríamos felices! Bastaba decretar la cesantía de ese funcionario que tan mal cumple su obligación... Le mandan que dé paso a la luz, y en vez de hacerlo, se congestiona, se altera, se endurece, se vuelve opaco como una pared. Hay algo más, Sr. D. Francisco. El iris tiene fisura. La pupila necesita que pongamos la mano en ella. Pero de todo eso me río yo, si cuando tome posesión de ese ojo por tanto tiempo dormido, entro en él y encuentro la coroides y la retina en buen estado. Si por el contrario después que aparte el cristalino, entro con la luz en mi nuevo palacio recién conquistado, y me encuentro con una amaurosis total... Si fuera incompleta, habríamos ganado mucho; pero si es general... Contra la muerte del aparato nervioso de la visión no podemos nada. Nos está prohibido meternos en las honduras de la vida... ¿ Qué hemos de hacer? Paciencia. El caso presente ha llamado extraordinariamente mi atención: hay síntomas de que los aposentos interiores no están mal. Su Majestad la retina se halla quizás dispuesta a recibir los rayos lumínicos que se le quieran presentar. Su Alteza el humor vítreo probablemente no tendrá novedad. Si la larguísima falta de ejercicio en sus funciones le ha producido algo de glaucoma... una especie de tristeza... ya trataremos de arreglarle. Todo estará muy bien allá en la cámara regia... Pero pienso otra cosa. La fisura y la catarata permiten comúnmente que entre un poco de claridad, y nuestro ciego no
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