Marianela 1500000 | Page 49

quiero imponerte un yugo tan penoso. Encontrarás hombres de mérito que te amarán y que podrán hacerte feliz. Tu extraordinaria bondad, tus nobles prendas, tu seductora belleza, que ha de cautivar los corazones y encender el más puro amor en cuantos te traten, asegúrante un porvenir risueño. Yo te juro que te querré mientras viva, ciego o con vista, y que estoy dispuesto a jurarte delante de Dios un amor grande, insaciable, eterno. ¿No me dices nada? -Sí; que te quiero mucho, muchísimo -dijo la Nela, acercando su rostro al de su amigo-. Pero no te afanes por verme. Quizás no sea yo tan guapa como tú crees. Diciendo esto, la Nela había rebuscado en su faltriquera y sacado un pedazo de cristal azogado, resto inútil y borroso de un fementido espejo que se rompiera en casa de la Señana la semana anterior. Mirose en él; mas por causa de la pequeñez del vidrio, érale forzoso mirarse por partes, sucesiva y gradualmente, primero un ojo, después la frente. Alejándolo, pudo abarcar la mitad del conjunto. ¡Ay! ¡Cuán triste fue el resultado de sus investigaciones! Guardó el espejillo, y gruesas lágrimas brotaron de sus ojos. -Nela, sobre mi frente ha caído una gota. ¿Acaso llueve? -Sí, niño mío, parece que llueve -dijo la Nela sollozando. -No, es que lloras. Pues has de saber que me lo decía el corazón. Tú eres la misma bondad; tu alma y la mía están unidas por un lazo misterioso y divino: no se pueden separar, ¿verdad? Son dos partes de una misma cosa, ¿verdad? -Verdad. -Tus lágrimas me responden más claramente que cuanto pudieras decir. ¿No es verdad que me querrás mucho lo mismo si me dan vista que si continúo privado de ella? -Lo mismo, sí, lo mismo -dijo la Nela con vehemencia y turbación. -¿Y me acompañarás?... -Siempre, siempre. -Oye tú -exclamó el ciego con amoroso arranque- si me dan a escoger entre no ver y perderte, prefiero... -Prefieres no ver... ¡Oh! ¡Madre de Dios divino, qué alegría tengo dentro de mí! -Prefiero no ver con los ojos tu hermosura, porque yo la veo dentro de mí clara como la verdad que proclamo interiormente. Aquí dentro estás, y tu persona me seduce y enamora más que todas las cosas. -Sí, sí, sí -afirmó la Nela con desvarío- yo soy hermosa, soy muy hermosa. -Oye tú -exclamó el ciego con amoroso arranque- tengo un presentimiento... sí, un presentimiento. Dentro de mí parece que está Dios hablándome y diciéndome que tendré ojos, que te veré, que seremos felices... ¿No sientes tú lo mismo? -Yo... El corazón me dice que me verás... pero me lo dice partiéndoseme. 49