-Veré tu hermosura ¡qué felicidad! -exclamó el ciego con la expresión delirante que era propia
de él en ciertos momentos-. Pero si ya la veo; si la veo dentro de mí, clara como la verdad que
proclamo y que me llena todo...
-Sí, sí, sí... -repitió la Nela con desvarío, espantados los ojos, trémulos los labios-. Yo soy
hermosa, soy muy hermosa.
-Bendita seas tú...
-¡Y tú! -añadió ella besándole en la frente-. ¿Tienes sueño?
-Sí, principio a tener sueño. No he dormido anoche. Estoy tan bien aquí...
-Duérmete, niño...
Principió a cantar como se canta a los niños para que se duerman. Poco después Pablo dormía.
La Nela oyó de nuevo la voz de la Trascava, diciéndole:
-Hija mía... aquí, aquí.
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