-Sí, lo que tú esperas será-dijo la Nela con aplomo.- ¿ Por qué lo sabes?-Me lo dice mi corazón.
- ¡ Te lo dice tu corazón! ¿ Y por qué no han de ser ciertos estos avisos?-manifestó Pablo con ardor-. Sí, las almas escogidas pueden en casos dados presentir un suceso. Yo lo he observado en mí, pues como el ver no me distrae del examen de mí mismo, he notado que mi espíritu me susurraba cosas incomprensibles. Después ha venido un acontecimiento cualquiera, y he dicho con asombro: « Yo sabía algo de esto ».
-A mí me pasa lo mismo-repuso la Nela-. Ayer me dijiste tú que me querías mucho. Cuando fui a mi casa, iba diciendo para mí: « Es cosa rara, pero yo sabía algo de esto ».
-Es maravilloso, chiquilla mía-cómo están acordadas nuestras almas. Unidas por la voluntad, no les falta más que un lazo. Ese lazo lo tendrán si yo adquiero el precioso sentido que me falta. La idea de ver no se determina en mi pensamiento si antes no acaricio en él la idea de quererte más. La adquisición de este sentido no significa para mí otra cosa más que el don de admirar de un modo nuevo lo que ya me causa tanta admiración como amor... Pero se me figura que estás triste hoy.
-Sí que lo estoy... y si he de decirte la verdad, no sé por qué... Estoy muy alegre y muy triste, las dos cosas a un tiempo. Hoy está tan feo el día... Valiera más que no hubiese día, y que fuera noche siempre.
-No, no, déjalo como está. Noche y día, si Dios quiere que yo sepa al fin diferenciaros, ¡ cuán feliz seré!... ¿ Por qué nos detenemos?
-Estamos en un lugar peligroso. Apartémonos a un lado para tomar la vereda.
- ¡ Ah!, la Trascava. Este césped resbaladizo va bajando hasta perderse en la gruta. El que cae en ella no puede volver a salir. Apartémonos, Nela; no me gusta este sitio.
-Tonto, de aquí a la entrada de la cueva hay mucho que andar. ¡ Y qué bonita está hoy!
La Nela, deteniéndose y deteniendo a su compañero por el brazo, observaba la boca de la sima que se abría en el terreno en forma parecida a la de un embudo. Finísimo césped cubría las vertientes de aquel pequeño cráter cóncavo y profundo. En lo más hondo, una gran peña oblonga se extendía sobre el césped entre malezas, hinojos, zarzas, juncos y cantidad inmensa de pintadas florecillas. Parecía una gran lengua. Junto a ella se adivinaba, más bien que se veía, un hueco, un tragadero, oculto por espesas yerbas, como las que tuvo que cortar D. Quijote cuando se descolgó dentro de la cueva de Montesinos.
La Nela no se cansaba de mirar.- ¿ Por qué dices que está bonita esa horrenda Trascava?-le preguntó su amigo.
-Porque hay en ella muchas flores. La semana pasada estaban todas secas; pero han vuelto a nacer, y está aquello que da gozo verlo. ¡ Madre de Dios! Hay muchos pájaros posados allí y
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