Marianela 1500000 | Page 18

-Me gusta tu amo. ¿Es de este país? -Sí, señor, es hijo único de D. Francisco Penáguilas, un caballero muy bueno y muy rico que vive en las casas de Aldeacorba. -Dime ¿y a ti por qué te llaman la Nela? ¿Qué quiere decir eso? La muchacha alzó los hombros. Después de una pausa, repuso: -Mi madre se llamaba la señá María Canela; pero le decían Nela. Dicen que este es nombre de perra. Yo me llamo María. -Mariquita. -María Nela me llaman y también La Hija de la Canela. Unos me dicen Marianela, y otros nada más que la Nela. -¿Y tu amo, te quiere mucho? -Sí, señor, es muy bueno. Él dice que ve con mis ojos, porque como le llevo a todas partes y le digo cómo son todas las cosas... -Todas las cosas que no puede ver. El forastero parecía muy gustoso de aquel coloquio. -Sí, señor; yo le digo todo. Él me pregunta cómo es una estrella, y yo se la pinto de tal modo hablando, que para él es lo mismito que si la viera. Yo le explico todo, cómo son las yerbas, las nubes, el cielo, el agua y los relámpagos, las veletas, las mariposas, el humo, los caracoles, el cuerpo y la cara de las personas y de los animales. Yo le digo lo que es feo y lo que es bonito, y así se va enterando de todo. -Veo que no es flojo tu trabajo. ¡Lo feo y lo bonito! Ahí es nada... ¿Te ocupas de eso?... Dime, ¿sabes leer? -No, señor. Si yo no sirvo para nada. Decía esto en el tono más convincente, y el gesto de que acompañaba su firme protesta parecía añadir: «Es usted un majadero en suponer que yo sirvo para algo.» -¿No verías con gusto que tu amito recibía de Dios el don de la vista? La muchacha no contestó nada. Después de una pausa, dijo: -¡Divino Dios! Eso es imposible. -Imposible no, aunque difícil. -El ingeniero director de las minas ha dado esperanzas al padre de mi amo. -¿D. Carlos Golfín? 18