Marejadas Rurales y Luchas por la vida CONSTRUCCIÓN SOCIOCULTURAL y ECONÓMICA del CAMPO | Page 98
JOSÉ ÁLVARO HERNÁNDEZ FLORES
Crecimiento urbano y propiedad social: el papel de los ejidos en la zona conurbada de Puebla
también relacional) con la capital del estado, denota el carácter conurbado
de este fenómeno.
La reducción de la superficie ejidal históricamente constituida y el
incremento de la población en los núcleos agrarios se han traducido en una
presión adicional a la ya de por sí reducida superficie con la que fueron dotados
originalmente los ejidatarios. Actualmente, las hectáreas productivas que le
corresponderían en promedio a cada uno de los sujetos de derechos agrarios,
ronda alrededor de una hectárea, lo que a todas luces resulta insuficiente para
asegurar la manutención familiar. Esta situación ha contribuido, entre otros
factores, a la diversificación de las actividades productivas en los municipios
conurbados y a la profundización del carácter pluriactivo de los grupos
domésticos.
Pese a lo anterior, la propiedad ejidal sigue ocupando un porcentaje
importante (30%) de la superficie territorial del ACP. Dado que el desarrollo
de las actividades agropecuarias no es una condición exclusiva de la propiedad
ejidal, habría que considerar además la superficie que ocupan las Unidades
de Producción Rural privadas. En conjunto, la superficie ejidal (46 mil 383
hectáreas) y la superficie de las UPR establecidas sobre suelo privado (49 mil
853 hectáreas) en el ACP y la capital suman alrededor de 96 mil 236 hectáreas,
lo que representa el 61% de la superficie total.
Los datos anteriores permiten concluir que pese al avance incontenible de
los procesos urbanos sobre el territorio rural y a las condiciones estructurales
adversas que limitan el crecimiento del sector primario, la agricultura sigue
estando vigente en los municipios conurbados a la ciudad de Puebla. En
el caso de los ejidos, dicha práctica conlleva, además, la pertenencia a la
comunidad agraria, ámbito de sociabilidad que pese a las transformaciones
experimentadas en las últimas décadas, continúa brindado soporte a una forma
integral de cultura y de vida que se contrapone en muchos sentidos a la que
predomina en la urbe.
Resulta una paradoja que pese a que en la zona conurbada de la ciudad de
Puebla –e incluso, en la propia capital– la ruralidad constituya uno de los rasgos
más marcados, las políticas de ordenamiento territorial sigan contemplando
a los espacios intersticiales como reserva territorial para el asentamiento de
industrias y el crecimiento urbano.
Ante el deterioro acelerado que sufren actualmente los espacios conurbados
se requiere la instrumentación de políticas que busquen establecer relaciones
equilibradas entre la ciudad y su entorno rural inmediato, favoreciendo las
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