Marejadas Rurales y Luchas por la vida CONSTRUCCIÓN SOCIOCULTURAL y ECONÓMICA del CAMPO | Page 185
160
MARÍA PAULA HERRERA SALAZAR
Saberes de milperos: reflexiones en torno a la alimentación territorializada de los choles de Tila
alimentos; su consumo resulta interesante dado que los sabores amargos tienden
a provocar una reacción fisiológica de aversión como respuesta natural a la
asociación con composiciones químicas que representan un peligro latente
(Cárdenas Carrión, 2014). Según lo explica Blanca María Cárdenas C., a la
disposición genética para identificar los sabores se denomina palatabilidad,
una cualidad que según la ciencia occidental está directamente relacionada
con el equilibrio nutricional y energético, el metabolismo y las respuestas del
organismo frente a ciertas sustancias químicas: “la preferencia universal por
lo dulce encuentra su explicación en la obtención de energía necesaria para
todo ser vivo, mientras que la no palatabilidad de lo amargo se asocia y reside
en un peligro latente” (Cárdenas Carrión, 2014: 36-38).
Por lo anterior, el consumo alimentario cotidiano de productos locales
amargos como el cacaté [Oecopetalum mexicanum] y algunas verduras de hoja
como la hierba mora [Solanum nigrescens] constituye un elemento sobre el
cual reflexionar; en especial, cuando el consumo de este tipo de plantas está
sujeto a disposiciones culturales y territoriales específicas. Por ejemplo, entre
los choles existe la prohibición tácita de comer este tipo de plantas amargas
si se ha tenido cólera –un episodio de ira o enojo–, incluso dos o tres días
después de haber pasado por uno, ya que el comiente puede morir.
Durante el trabajo de campo varias personas referenciaron historias,
incluso de familiares cercanos, que murieron repentinamente a los tres días de
comer verduras amargas como la hierba mora, tras haber tenido un episodio
de cólera. Desde la perspectiva de la incorporación de las propiedades de la
planta, es plausible explicar este tipo de deceso como un efecto fatal de la
incorporación física, subjetiva y social del amargo de la planta por parte de
alguien predispuesto a su amargor. De ahí también que las familias choles
con las que compartí prefirieran siempre comer las verduras de su milpa o
traspatio, o por lo menos las que ellos mismos habían recolectado y no las
compradas en el mercado a personas con estados anímicos desconocidos y
potencialmente dañinos.
Lo anterior nos conduce a la cuarta reflexión de este proceso, y es que los
gustos y los sabores también sirven para territorializar. Así, la dualidad gusto/
precaución frente al sabor amargo en la comida es un modo de territorializar
por medio de la incorporación de alimentos que “son de aquí y nosotros
comemos” como el cacaté y las verduras amargas que crecen en la milpa,
mientras los otros –foráneos o extranjeros como yo– “no los saben comer”.
En adición a esto, el amargo resulta ser una forma territorial de controlar los
excesos en ciertas conductas que afectan la armonía de las relaciones sociales
de la comunidad, como la cólera.