Marejadas Rurales y Luchas por la vida CONSTRUCCIÓN SOCIOCULTURAL y ECONÓMICA del CAMPO | Page 182

MARÍA PAULA HERRERA SALAZAR Saberes de milperos: reflexiones en torno a la alimentación territorializada de los choles de Tila horario laboral de los señores que trabajan fuera, y la cena, después de las 7 de la noche. En cada semana este ciclo presenta pocas variaciones, siendo la más significativa la de los domingos, cuando no se cocina, sino que se come lo preparado el día anterior, debido a razones religiosas. Por su parte, el ciclo de la vida –hasta donde lo pude observar en la investigación– es significativamente constante, pues los niños comen básicamente lo mismo que los adultos: tortillas, frijoles, chile y verduras, toman café, pozol y refresco como ellos, lo que varía es el tamaño y en algunos casos la calidad de la porción (por ejemplo, a los hombres adultos se les sirve las “mejores” presas y a los niños las más pequeñas). Sin embargo, este ciclo sí presenta algunas variaciones en momentos determinantes de la vida como cuando una mujer alivia (el periodo post-parto). De acuerdo con lo conversado con una de las mujeres entrevistadas –quien ostenta amplios conocimientos en curandería con plantas–, cuando una mujer se alivia no debe comer res, ni tomate, ni pan, galletas o avena, tampoco puede tomar café dulce, ni nada frío por un mes y le está prohibido el guajolote por tres meses, le hace mal combinar cosas frías y calientes, no debe comer un tipo de yuca específico porque le hincha los pies y tampoco debe mirar la luna porque puede ser peligroso para ella o para el bebé. Pese a esto, y aquí enuncio la segunda reflexión, cuando las mujeres son atendidas en los centros de salud convencionales no se cumplen las prescripciones de la tradición debido al desbalance entre los saberes locales de mujeres, parteras y curanderas, y los conocimientos institucionales avalados por el orden médico global. En los centros de salud y hospitales convencionales resulta difícil para las mujeres seguir la dieta recomendada y practicar los remedios caseros que se acostumbraban en el territorio. Y aunque la atención en salud es vital para el bienestar de las comunidades, su pertinencia no siempre es la más adecuada. En este aspecto empezamos a evidenciar lo que denomino injusticia cognitiva, es decir, la forma desigual de reconocer y valorar los conocimientos según el lugar donde son producidos, en un marco geopolítico amplio (Braidotti, 2009; D’Olne Campos, 2011; Foucault, 2000 [1997]; Krotz, 2011; Nates-Cruz, 2011; Nates-Cruz, 2016; Santos, 2011; Santos & Rodríguez Garavito, 2007). En este caso, la injusticia cognitiva aparece al negar los saberes locales –sus epistemologías y ontologías–, ignorando el trasfondo biológico y cultural que les dio forma y a veces incluso poniendo en riesgo la salud física, emocional y mental de la madre y su hijo por medio del ejercicio de prácticas fuera de contexto. 157