sem anas. No voy a renunciar por cotilleos de comedor.
Miré a través del cristal y vi a toda la cafetería m irándonos. La in-
oportuna atención hacía que m e quem asen los oj os. Levanté los hom
bros al pasar j unto a él para ir a m i siguiente clase.
—Palom a —m e llam ó Travis cuando m e iba. No m e volví.
Esa noche, Am erica se sentó sobre el suelo em baldosado del baño
parloteando sobre los chicos m ientras y o estaba frente al espej o y m e
recogía el pelo en una coleta. Solo la escuchaba a m edias, pues no dej
aba de pensar en lo paciente que había sido Travis, teniendo en cuenta
lo m ucho que le disgustaba la idea de que Parker m e recogiera de su
apartam ento casi cada noche.
La expresión de la cara de Travis cuando le pedí que m e liberara de
la apuesta volvía a m i cabeza, y tam bién su reacción cuando le dij e que
la gente chism orreaba que estaba enam orado de m í. No podía dej ar de
preguntarm e por qué no lonegaba.
—Bueno, Shep cree que estás siendo m uy dura con él. Nunca ha te-
nido a nadie que le hubiera preocupado lo suficiente paraello.
Travis asom ó la cabeza y sonrió cuando m e vio enredar con m i pelo.
—¿Quieres ir a por cena?
Am erica se levantó y se m iró en el espej o, se peinó con los dedos
su pelo dorado.
—Shep quiere probar el nuevo m exicano del centro, si queréis venir.
Travis sacudió la cabeza.
—Había pensado que esta noche Palom a y y o podíam os ir a algún
sitio solos.
—Salgo con Parker.
—¿Otra vez? —dij o irritado.
—Otra vez —repliqué con voz cantarina.
El tim bre de la puerta sonó y m e apresuré a adelantarm e a Travis
para abrir la puerta. Parker estaba frente a m í: su pelo rubio y ondulado
natural resaltaba en su cara reciénafeitada.
—¿Alguna vez estás un poco m enos que preciosa? —preguntó Parker.
—Basándom e en la prim era vez que vino aquí, diré que sí —dij o
Travis detrás de mí.
Puse los oj os en blanco y sonreí, indicándole a Parker con un dedo
que esperase. Me volví y abracé a Travis. Se puso rígido por la sorpresa