Maravilloso desastre Maravilloso Desastre | Page 98

helada. —¿Quieres dej arlo? ¿Por qué? ¿Qué he hecho? —No has hecho nada, Trav. ¿No te has percatado de cóm o m iraba todo el m undo? Me estoy convirtiendo rápidam ente en la paria del este de los Estados Unidos. Travis sacudió la cabeza y se encendió un cigarrillo. —No es problem a m ío. —Sí que lo es. Parker dice que todo el m undo piensa que se está buscando una buena porque tú estás enam orado de m í. Las cej as de Travis se elevaron repentinam ente y se atragantó con el hum o que acababa deinhalar. —¿Eso dice la gente? —preguntó entre toses. Asentí. Miró a lo lej os con los oj os m uy abiertos y dando otra calada. —¡Travis! ¡Me tienes que liberar de la apuesta! No puedo quedar con Parker yvivircontigoalmismotiempo.¡Resultahorrible! —Pues dej a de quedar con Parker. Lo m iré airadam ente. —Ese no es el problem a y tú lo sabes. —¿Es la única razón por la que quieres que te libere de la apuesta? ¿Por el qué dirán? —Por lo m enos antes era tonta y tú, un m alvado —refunfuñé. —Contesta la pregunta, Palom a. —¡Sí! Travis m iró por encim a de m í a los estudiantes que entraban y salían de la cafetería. Estaba deliberando y y o hervía de im paciencia m ientras a él le costaba bastante tom ar unadecisión. Finalm ente, se estiró y decidió. —No. Agité la cabeza, segura de haberlo oído m al. —Perdona, ¿qué has dicho? —No. Tú m ism a lo dij iste: una apuesta es una apuesta. En cuanto pase el m es se acabó, podrás ser libre de ir con Parker, él se hará m édico, os casaréis y tendréis los dos niños y m edio que tocan y nunca volveré a verte. —Gesticulaba con sus palabras—. Todavía tengo tres