m i boca se había quedado congelada en una ridícula sonrisa, pero no
podía dej ar de sonreír mientrasdescribíamiveladaperfecta.
Travis m e observaba con sonrisa divertida m ientras y o parlotea-
ba, incluso haciendo preguntas. Aunque parecía frustrado con todo lo de
Parker, y o sentía claram ente que disfrutaba viéndom e tan feliz.
Travis se colocó en su lado de la cam a y y o bostecé. Nos m iram os
por un instante antes de que él dij era en un suspiro:
—Estoy encantado de que te lo hay as pasado bien, Palom a. Te lo m
ereces.
—Gracias —dij e con una sonrisa de orej a a orej a. La m elodía hacía vibrar
mimóvilenlamesilladenocheylocogíbruscamenteparamirarlapantalla.
—¿Diga?
—Ya es m añana —dij o Parker.
Miré el reloj y m e reí. Eran las doce y un m inuto.
—Sí, es verdad.
—¿Qué te parece el lunes por la noche? —m e preguntó.
Me cubrí la boca por un m om ento y luego, inspirando profundam
ente, dij e:
—Muy bien. El lunes por la noche es perfecto.
—Bien. Te veo el lunes —dij o.
Podía im aginarm e su sonrisa por su voz. Colgué y m e volví hacia
Travis, que m e m iraba con un poco de fastidio. Le di la espalda y m e
acurruqué haciendo un ovillo, tensa por la em oción.
—Eres una chica estupenda —dij o Travis girándose de espaldas a
m í.
Puse los oj os en blanco. Se dio la vuelta y m e agarró la cara para
que lo mirase.
—¿De verdad te gusta Parker?
—¡No m e estropees esto, Travis!
Me m iró por un m om ento y luego agitó la cabeza volviéndose de
nuevo.
—Parker Hayes.