rada de los Vertebrados a prim era hora del lunes por la m añana. Tengo
que ir a estudiar — medijo,cubriendomimanoconlasuya.
—Mej or tú que y o —dij e, intentando no parecer desilusionada.
Me llevó al apartam ento y luego m e acom pañó escaleras arriba
cogidos de la m ano.
—Gracias, Parker. —Era consciente de m i sonrisa ridícula—. Me lo
he pasado m uybien.
—¿Es m uy pronto para pedir una segunda cita?
—De ninguna m anera —dij e con una sonrisa resplandeciente.
—¿Te llam o m añana?
—Perfecto.
Entonces llegó el m om ento del silencio incóm odo. Lo que m ás m
iedo m e da de las citas. Besar o no besar, odiaba esa pregunta.
Antes de que tuviera oportunidad de preguntarm e si m e besaría o
no, m e cogió la cara entre las m anos y m e llevó hacia sí apretando sus
labios contra los m íos. Eran suaves, cálidos y m aravillosos. Volvió a
acercarm e y m e besó de nuevo.
—Hablam os m añana, Abs.
Le dij e adiós con la m ano m ientras lo m iraba ir de regreso a su
coche.
—Adiós.
Una vez m ás, cuando giré el pom o de la puerta, la puerta se abrió
con un tirón brusco y caí hacia delante. Travis m e cogió y recuperé el
equilibrio.
—¿Dej arás de hacer eso? —dij e cerrando la puerta tras de m í.
—¿Abs? ¿Qué eres? ¿Un vídeo de gim nasia? —Se rio.
—¿Una palom a? —dij e con la m ism a cantidad de desdén—. ¿Un
m olesto páj aro que se caga por toda la acera?
—A ti te gusta lo de Palom a —dij o a la defensiva—. Es una chica
guapa, una carta ganadora en el póquer, escoge la que quieras. Eres m i
Palom a.
Me agarré a su brazo para quitarm e los tacones, y fui hacia su habita-
ción. Mientras m e ponía el pij am a intenté con todas m is fuerzas estar
enfadada con él.
Travis se sentó en la cam a y cruzó los brazos.
—¿Te lo has pasado bien?