Maravilloso desastre Maravilloso Desastre | Page 90

o esperaba. —Estás… preciosa. —Gracias —dij e, agitada por la falta de irritación o celos en su voz. Shepley silbó. —Buena opción, Abby. A los tíos les encanta el roj o. —Y los rizos son atractivos —añadió Am erica. Sonó el tim bre de la puerta y Am erica sonrió, saludando con la m ano con exagerado nerviosism o. —¡Que te lo pases bien! Abrí la puerta. Parker sostenía un ram ito de flores y llevaba pantalo- nes de vestir y una corbata. Sus oj os hicieron un rápido recorrido de m i vestido a los zapatos y de nuevo al vestido. —Eres la criatura m ás herm osa que he visto j am ás —dij o em belesado. Me volví para decirle adiós con la m ano a Am erica, cuy a sonrisa era tan am plia que podía ver cada uno de sus dientes. Shepley tenía la ex- presión de un padreorgullosoyTravismanteníalosojosfijosenlatelevisión. Parker m e conduj o al reluciente Porsche. Una vez dentro, dio un suspiro. —¿Qué? —pregunté. —Tengo que decir que estaba un poco nervioso por lo de recoger a la m uj er de la que está enam orado Travis Maddox… en su apartam ento. No sabes cuánta gente m e ha dicho hoy que estabaloco. —Travis no está enam orado de m í. A veces casi no puede aguantar tenerm e cerca. —¿Entonces es una relación de am or-odio? Porque, cuando les solté a los de la herm andad que te iba a sacar por ahí esta noche, todos m e dij eron lo m ism o. Se com porta tan erráticam ente (incluso m ás que habitualm ente) que todos han llegado a la m ism aconclusión. —Pues se equivocan —insistí. Parker sacudió la cabeza com o si y o fuera totalm ente estúpida. Puso su m ano sobre la m ía. —Mej or nos vam os. Tengo reservada una m esa. —¿Dónde? —En Biasetti. Me atreví… Espero que te guste la com ida italiana. Levanté una cej a.