Mivozseapagóen un suspiro. Estaba m uy efusiva y no es lo m ío ser
efusiva. Seguí pensando en lo perfecto que había sido desde el m om ento
en que nos habíam os conocido. Era exactam ente lo que necesitaba: el
polo opuesto aTravis.
—¿Te ha dej ado sin habla? —dij o con una risita tonta. Asom é la
cabeza por la cortina.
—¡No quería volver a casa! ¡Podría haber estado hablando con él
para siempre!
—Suena prom etedor. ¿Pero no le parece raro que estés aquí? Metí la
cabeza baj o el agua para enj uagarm e la espum a.
—Ya se lo expliqué.
Sonó el ruido de la cadena del inodoro y del grifo que se abría ha-
ciendo que el agua saliera fría por un m om ento. Grité y la puerta se
abrió deltodo.
—¿Palom a? —dij o Travis. Am erica se rio.
—Solo he tirado de la cadena, Trav, cálm ate.
—Oh. ¿Estás bien, Palom a?
—Estoy estupendam ente. Sal. —La puerta se cerró de nuevo y suspi-
ré—. ¿Es mucho pedirquehayapestillosenlaspuertas?—Americano con-
testó—. ¿Mare?
—Me sabe fatal que lo vuestro no cuaj ara. Eres la única chica que po-
dría haber… —suspiró—. En fin, no te preocupes. Ahora y a no im porta.
Cerré el grifo y m e envolví en una toalla.
—Están tan m al com o él. Debe de ser una enferm edad…, aquí nadie
tiene sentido com ún. ¿Te acuerdas de lo m ucho que te cabreaba su com
portam iento?
—Lo sé —asintió.
Encendí el secador de pelo y com encé a acicalarm e para m i cita con
Parker. Me ricé el pelo, m e pinté las uñas y los labios con una som bra
roj o oscuro. Era un poco dem asiado para una prim era cita. Me fruncí
el ceño a m í m ism a en el espej o. No era a Parker a quien estaba inten-
tando im presionar. No estaba en situación de aceptar insultos cuando
Travis m e había acusado de andarm e con juegos.
Al m irarm e por últim a vez en el espej o, la culpa m e em bargó.
Travis estaba haciendo todo lo que podía y y o estaba siendo una m ocosa
cabezota. Salí a la sala de estar y Travis sonrió, no era la reacción que y