—Estoy segura de que no tengo nada que no hay as visto antes —dij
e poniendo los oj os en blanco. Me deslicé baj o la ropa de cam a y m e
instalé en m i alm ohada haciéndom e un ovillo. Se soltó el cinturón, se
baj ó los tej anos y se los quitó con unsaltito.
Esperé m ientras él estaba de pie sin m overse por un instante. Le daba
la espalda, así que m e preguntaba qué estaba haciendo, de pie j unto a la
cam a y en silencio. La cam a se m ovió cuando finalm ente se arrastró
en el colchón j unto a mí,yyomepuserígidacuandosumanoseposóenmica
dera.
—He faltado a una pelea esta noche —dij o—. Adam llam ó. No fui.
—¿Por qué? —dij e volviéndom e hacia él.
—Quería estar seguro de que volvías a casa. Arrugué la nariz.
—No tienes que cuidar de m í.
Deslizó uno de sus dedos a lo largo de m i brazo produciéndom e
escalofríos.
—Lo sé. Supongo que todavía m e siento m al por lo de la otra noche.
—Te dij e que no m e im portaba.
Se apoy ó en el codo con una expresión dudosa en la cara.
—¿Por eso estuviste durm iendo en el sillón? ¿Porque no te im
portaba?
—No podía dorm irm e después de que tus… am igas se fueran.
—Estabas durm iendo tranquilam ente en el sillón. ¿Por qué no po-
días dorm ir conm igo?
—¿Quieres decir j unto a un tipo que todavía tenía el olor de un par de
busconas de bar que acababa de m andar a casa? ¡No sé! ¡Qué egoístafui!
Travis hizo un gesto de vergüenza.
—Ya te dij e que lo sentía.
—Y y o dij e que no m e im portaba. Buenas noches —respondí,
antes de darm e m edia vuelta.
Pasaronunosmomentosdesilencio.Entonces,deslizósumanoporencim
ade m i alm ohada y colocó su m ano sobre la m ía. Acarició la delicada
piel de entre misdedosyluegoapretósuslabioscontramipelo.
—Y y o preocupado por que nunca volvieras a hablarm e… Creo que
es peor tuindiferencia.
Mis oj os se cerraron.
—¿Qué quieres de m í, Travis? No quieres que m e preocupe por lo