la espalda de Parker. Sus oj os m e lanzaron dardos y luego sus rasgos
sesuavizaron.
—Para y a —dij e entre dientes, siguiendo a Parker por en m edio de
la gente que quedaba hasta su coche.
—El m ío es el plateado.
Las luces delanteras del coche parpadearon dos veces cuando ac-
cionó el m ando del coche. Abrió la puerta del acom pañante yreí.
—¿Llevas un Porsche?
—No es sim plem ente un Porsche. Es el nueve cero uno GT-tres. Hay
una grandiferencia.
—Déj am e adivinar, ¿es el am or de tu vida? —dij e, repitiendo la
frase que Travis había dicho sobre su m oto.
—No, es un coche. El am or de m i vida será una m uj er con m i
apellido.
Me perm ití una sonrisita, intentando que su sensibilidad no m e
afectara dem asiado. Me cogió de la m ano para ay udarm e a entrar en
el coche y, cuando se puso detrás del volante, apoy ó la cabeza contra su
asiento y m esonrió.
—¿Qué vas a hacer esta noche?
—¿Esta noche? —pregunté.
—Ya es m añana. Quiero invitarte a cenar antes de que otro m e quite
la oportunidad.
Sonreí de orej a a orej a.
—No tengo ningún plan.
—¿Te recoj o a las seis?
—De acuerdo —dij e, m irando com o deslizaba sus dedos entre los
m íos.
Parker m e llevó directam ente a casa de Travis, m anteniendo la ve-
locidad perm itida y m i m ano en la suy a. Aparcó detrás de la Harley
y, com o antes, m e abrió la puerta. Cuando llegam os a la entrada se
inclinó para besarm e en la mejilla.
—Descansa un poco. Te veré esta noche —m e susurró al oído.
—Adiós —dij e, girando el pom o.
Cuando em puj é la puerta, cedió y m e caí hacia delante. Travis m e
agarró por el brazo antes de tocar el suelo.
—Alto ahí, Excelencia.