—No sé m uy bien qué significa eso, pero Travis no es tan m alo com
o todo el m undo dice.
El cielo se puso roj o y luego rosa cuando el sol se hundió en el hori-
zonte. Parker m iró su reloj y después observó por encim a de la rej a al
grupo de gente queibadisminuyendoenelcésped.
—Parece que la fiesta se acaba.
—Será m ej or que busque a Shep y Mare.
—¿Te im porta si te llevo a casa en m i coche? —preguntó. Intenté
contener m i em oción.
—En absoluto. Se lo diré a Am erica. —Cam iné hacia la puerta y
luego m e encogí de vergüenza antes de volverm e a decir—: ¿Sabes
dónde vive Travis?
Las espesas y oscuras cej as de Parker se arquearon.
—Sí, ¿por qué?
—Porque vivo allí —dij e, esperando su reacción.
—¿Que estás con Travis?
—Perdí una apuesta y por eso estoy pasando allí un m es.
—¿Un m es?
—Es una larga historia —dij e, encogiéndom e de hom bros tím idam
ente.
—Pero ¿sois sim plem ente am igos?
—Sí.
—Entonces te llevaré a casa de Travis —concluy ó sonriendo.
Baj é las escaleras al galope para buscar a Am erica y pasé de largo
j unto a un som brío Travis que parecía enoj ado con la chica borracha
con la que hablaba. Me siguió al recibidor m ientras llam é a Am erica
dándole una sacudida a su vestido.
—Chicos, podéis ir tirando. Parker se ha ofrecido a llevarm e a casa.
—¿Qué? —dij o Am erica con oj os asom brados.
—¿Cóm o? —preguntó Travis enfadado.
—¿Hay algún problem a? —le pregunté.
Miró airadam ente a Am erica y luego m e llevó a un rincón, con la m
andíbula tem blándole baj o la piel.
—Ni siquiera conoces a ese tipo.
Tiré para liberar m i brazo de su suj eción.
—Esto no es asunto tuy o, Travis.