Maravilloso desastre Maravilloso Desastre | Page 77

—Estoy bien —dij e, exasperada por la tensión del cuarto. —¿Qué quieres decir con que estás bien? —preguntó Shepley, casi esperanzado. Puse los oj os en blanco. —Travis traj o a unas chicas del bar a casa anoche. ¿Y qué? Am erica parecía preocupada. —Pero, Abby, ¿intentas decir que no te im porta lo que pasó ay er? Los m iré a todos. —Travis puede traer a su casa a quien quiera. Es su apartam ento. Am erica se quedó m irándom e fij am ente com o si crey era que ha- bía perdido el j uicio, Shepley estaba a punto de sonreír y Travis parecía peor que antes. —¿No has em paquetado tus cosas? —preguntó Travis. Negué con la cabeza y m iré el reloj ; pasaban de las dos de la tarde. —No, y ahora voy a tener que deshacer todas las m aletas. Aún tengo que comer,ducharme,vestirme…—dije,mientrasentrabaenelbaño. Una vez que la puerta se cerró detrás de m í, m e apoy é contra ella y m e dej é caer sobre el suelo. Estaba segura de haber cabreado a Am erica m ás allá de cualquier desagravio posible, pero había hecho una prom esa a Shepley, y estaba decidida a m antener m i palabra. Un suave golpeteo resonó en la puerta por encim a de m í. —¿Palom a? —dij o Travis. —¿Sí? —dij e, intentando que sonara norm al. —¿Te vas a quedar? —Puedo irm e si quieres, pero una apuesta es una apuesta. La puerta vibró con el suave golpe de la frente de Travis contra la puerta. —No quiero que te vay as, pero no te culparía si lo hicieras. —¿Me estás diciendo que m e liberas de la apuesta? Hubo una larga pausa. —Si digo que sí, ¿te irás? —Pues claro, no vivo aquí, tonto —dij e, obligándom e a reír. —Entonces, no, la apuesta sigue en pie. Levanté la m irada y sacudí la cabeza, sintiendo que las lágrim as m e ardían en los oj os. No tenía ni idea de por qué lloraba, pero no podíaparar.