Maravilloso desastre Maravilloso Desastre | Page 76

Cuando m e vio, se quedó helado. Después de una pausa incóm oda, su expresión se relaj ó y su voz sonó tranquila y dulce. —Hola, Palom a. Si m e hubiera despertado en un país extranj ero, no m e habría senti- do m ás confusa. Nada de aquello tenía sentido. Prim ero había pensado que m e habían echado, y después Travis aparece con bolsas llenas de m i com ida favorita. Dio unos pasos hacia el com edor, m etiéndose nervioso las m anos en los bolsillos. —¿Tienes ham bre, Palom a? Te prepararé unas tortitas. Ah, y tam bién hay avena. Y te he com prado esa espum a rosa con la que se depilan las chicas, y un secador y …, y … espera un segundo, está aquí —dij o, corriendo al dorm itorio. Se abrió la puerta, se cerró y entonces apareció por la esquina, pálido. Respiró hondo y levantó las cej as. —Todas tus cosas están recogidas. —Lo sé —dij e. —Te vas —adm itió, derrotado. Miré a Am erica, que estaba fulm inando a Travis, com o si pudiera m atarlo con la mirada. —¿De verdad esperabas que se quedara? —Nena… —susurró Shepley. —Joder, Shepley, no em pieces. Y ni se te ocurra defenderlo —sen- tenció Am erica,furiosa. Travis parecía desesperado. —Lo siento m uchísim o, Palom a. Ni siquiera sé qué decir. —Abby, vám onos —dij o Am erica. Se levantó y m e tiró del brazo. Travis dio un paso hacia delante, pero Am erica lo apuntó con un dedo amenazante. —¡Por Dios santo, Travis! ¡Com o intentes detenerla, te rociaré con gasolina y te prenderé fuego m ientras duerm es! —Am erica —la interrum pió Shepley, que parecía tam bién un poco desesperado. Vi con claridad que se debatía entre apoy ar a su prim o o a la m uj er a la que am aba, y m e sentí fatal por él. Se encontraba en la situación exacta que había intentado evitar desde el principio.