—¿Lista?
—Sí. ¿Cóm o voy a llevar todo esto a tu apartam ento? Vam os en tu
m oto.
Travis sonrió y sacó su m óvil. Llevó m i equipaj e hasta la calle y, m
inutos después, el Charget negro antiguo de Shepley hizo su aparición.
Baj aron la ventanilla del lado del copiloto, y Am erica asom ó la
cabeza.
—¡Hola, m onada!
—¡Hola! Las calderas vuelven a funcionar en Morgan. ¿Vas a seguir
quedándote conShep?
—Sí, había pensado quedarm e esta noche. He oído que has perdido
una apuesta—dijo,guiñándome un ojo.
Antes de que pudiera hablar, Travis cerró el m aletero y Shep
aceleró, m ientras Am erica gritaba al volver a caer sentada en elcoche.
Cam inam os hasta su Harley, y esperó a que m e acom odara en m i
asiento.
Cuando lo envolví con m is brazos, apoy ó su m ano sobre la m ía.
—Me alegro de que estuvieras allí esta noche, Palom a. Nunca en m i
vida m e he divertido tanto en una pelea.
Apoy é el m entón en su hom bro y sonreí.
—Claro, porque intentabas ganar nuestra apuesta. Inclinó el cuello
para m irarm e.
—Ya lo creo que sí.
No había ningún signo de burla en su m irada; lo decía en serio y
quería que lo viera.
Arqueé las cej as.
—¿Por eso estabas de tan m al hum or hoy ? ¿Porque sabías que ha-
bían arreglado las calderas y que m e iría esta noche?
Travis no respondió; se lim itó a sonreír cuando arrancó la m oto.
Recorrim os el tray ecto hasta el apartam ento de form a extrañam
ente lenta. En cada sem áforo, Travis cubría m is m anos con las suy
as, o bien posaba la m ano sobre m i rodilla. Los lím ites volvían a difum
inarse, y m e pregunté cóm o podríam os pasar un m es j untos sin arrui-
narlo todo. Los cabos sueltos de nuestra am istad se estaban atando de
una form a que nunca podía haberim aginado.
Cuando llegam os al apartam ento, el Charger de Shepley estaba en