bolsillo.
—Sí, ¿Hoffm an? Jesús…, está bien. Serán m il dólares fáciles.
¿Jefferson? — Me m iró y pestañeó—. Allí estaré. —Colgó y m e cogió
de la m ano—. Ven conm igo. —Me llevó de vuelta al vestíbulo—. Era
Adam —dij o a Shepley —. Brady Hoffm an estará en Jefferson dentro
de noventa minutos.
Shepley asintió, se levantó y sacó el m óvil del bolsillo. Rápidam ente
tecleó la inform ación y envió invitaciones m ediante SMS exclusivos
a quienes conocían el Círculo. Esos m iem bros, que rondaban los diez,
escribirían a los diez nom bres de su lista, y así seguiría la cadena hasta
que todos los m iem bros supieran dónde iba a celebrarse lapelea.
—Muy bien —dijo America, sonriendo—. ¡Será m ej or que nos
preparemos
El am biente del apartam ento era tenso y optim ista al m ism o tiem po.
Travis parecía el m enos afectado, m ientras se calzaba las botas y una
cam iseta sin m angas blanca, com o si se dispusiera a dar unpaseo.
Am erica m e guio por el vestíbulo hasta el dorm itorio de Travis y
frunció el ceño.
—Tienes que cam biarte, Abby. No puedes ir así vestida a la pelea.
—¡Llevé una puñetera chaqueta de punto la últim a vez y no dij iste
nada! — protesté.
—La últim a vez no pensaba en serio que fueras a ir. Tom a —dij o,
m ientras m e lanzaba unas cuantas prendas de ropa—. Ponteesto.
—¡No pienso ponerm e eso!
—¡Vam os! —gritó Shepley desde la sala de estar.
—¡Date prisa! —m e apresuró Am erica, corriendo hacia la habita-
ción de Shepley. Me puse el top am arillo atado al cuello, sin espalda,
y los tej anos de talle baj o que Am erica m e había lanzado, después m
e calcé un par de zapatos de tacón, y m e pasé un cepillo por el pelo m
ientras baj aba al vestíbulo. Am erica salió de su habitación con un vesti-
do corto verde y unos zapatos de tacón a j uego, y, cuando doblam os la
esquina, Travis y Shepley estaban de pie j unto a lapuerta.
Travis se quedó boquiabierto.
—¡Oh, dem onios, no! ¿Intentas que m e m aten? Tienes que cam