diferente.
—Estás m ás cerca de ser su tipo de lo que tú te crees —dij o Am
erica.
Me eché hacia atrás tan silenciosam ente com o pude, y cuando los
tablones de m adera cruj ieron baj o m is pies desnudos m e estiré para
cerrar la puerta del dorm itorio de Travis y baj é por el vestíbulo.
—Hola, Abby —dij o Am erica con una sonrisa—. ¿Qué tal tu siesta?
—Me he quedado inconsciente durante cinco horas. Ha sido m ás un
com a que unasiesta.
Travis se quedó m irándom e fij am ente durante un m om ento y,
cuando le sonreí, vino directam ente hacia m í, m e cogió la m ano y m e
arrastró por el vestíbulo hasta su dorm itorio. Cerró la puerta, y sentí que
el corazón m e daba un vuelco en el pecho, preparándom e para que dij
era algo que aplastara m i ego.
Levantó las cej as.
—Lo siento m ucho, Palom a. Antes m e com porté contigo com o un
gilipollas. Me relaj é un poquito al ver rem ordim iento en su m irada.
—No sabía que estuvieras enfadado conm igo.
—Y no lo estaba. Sim plem ente tengo la m ala costum bre de arrem
eter contra la gente que m e im porta. Sé que es una excusa penosa, pero
lo siento —dij o él, mientrasmeenvolvíaensusbrazos.
Apoy é la m ej illa en su pecho, acom odándom e.
—¿Y por qué estabas enfadado?
—No im porta. Lo único que m e preocupa eres tú.
Me incliné hacia atrás para levantar la m irada hacia él.
—Puedo soportar tus rabietas.
Escrutó m i cara durante unos m om entos, antes de que una ligera
sonrisa se extendiera en sus labios.
—No sé por qué m e aguantas, y no sé qué haría y o si no lo hicieras.
Podía oler la m ezcla de cigarrillos y m enta de su aliento, y le m iré
los labios; m i cuerpo reaccionó ante lo cerca que estábam os. La ex-
presión de Travis cam bió y su respiración se entrecortó: él tam bién
lohabía notado.
Se inclinó hacia delante una distancia infinitesim al, pero am bos dim
os un respingo cuando su m óvil sonó. Soltó un suspiro y lo sacó de su