—Tú no has hecho nada, Abby.
—Sim plem ente hay varias cosas que le rondan por la cabeza —
añadió America.
—¿Qué cosas? —pregunté.
Shepley se encogió de hom bros y centró la atención en su bandej a.
—A estas alturas, deberías saber que ser am igo de Travis requiere
tener paciencia y una actitud indulgente. Vive en un universo propio.
Sacudí la cabeza.
—Ese es el Travis que ve todo el m undo…, no el que y o conozco.
Shepley se inclinó hacia delante.
—No hay ninguna diferencia. Sim plem ente tienes que aceptar las
cosas com ovengan.
Después de clase, fui en coche con Am erica al apartam ento y vim
os que la m oto de Travis no estaba. Fui a su habitación y m e hice un
ovillo en su cam a, apoy ando la cabeza en el brazo. Travis se encontraba
bien por la m añana.Con
todo el tiem po que habíam os estado j untos, no podía creer que m
e hubiera pasado desapercibido que algo lo hubiera m olestado. No
solo eso, m e incom odaba que Am erica pareciera saber qué ocurría y
y ono.
Sentí que m i respiración se relaj aba y que m e pesaban los párpados; no
tardé m ucho en dorm irm e. Cuando volví a abrir los oj os, el cielo noctur-
no había oscurecido la ventana. Unas voces am ortiguadas se colaban por
el vestíbulo desde la sala de estar, incluida la m ás profunda de Travis. Fui
sigilosam ente hasta elvestíbuloyentoncesmequedéheladaaloírminombre.
—Abby lo entiende, Trav. No te tortures —dij o Shepley.
—Ya vais j untos a la fiesta de citas. ¿Qué hay de m alo en pedirle que
salga contigo? —preguntó Am erica.
Me puse tensa, a la espera de su respuesta.
—No quiero salir con ella. Solo quiero estar con ella. Es una chica…
diferente.
—¿Diferente en qué sentido? —preguntó Am erica, con un tono lige-
ram ente irritado.
—No aguanta m is gilipolleces, es refrescante. Tú m ism a lo dij iste,
Mare. No soy su tipo. Lo que hay entre nosotros… sim plem ente es