Capítulo 4
La apuesta
—Decididam ente te está m irando —susurró Am erica, inclinándose
hacia atrás para m irar al otro extrem o de la habitación.
—Déj alo y a, tonta, te va a ver. Am erica sonrió y agitó la m ano.
—Ya m e ha visto. Sigue m irando hacia aquí.
Dudé durante un m om ento y entonces, finalm ente, hice acopio del
suficiente valor com o para m irar hacia donde él estaba. Parker m e es-
taba m irando directam ente a mí, sonriendo.
Le devolví la sonrisa y después fingí escribir algo en m i portátil.
—¿Sigue m irando? —susurré.
—Sí —respondió Am erica entre risas.
Después de clase, Parker m e paró en el vestíbulo.
—No te olvides de la fiesta de este fin de sem ana.
—No lo haré —dij e, intentando no parpadear ni hacer cualquier otra
cosa ridícula. Am erica y y o seguim os nuestro cam ino hacia la cafete-
ría, donde habíam os quedado con Travis y Shepley para com er, acortan-
do por el césped. Ella seguía riéndose por el com portam iento de Parker
cuando Shepley y Travis seacercaron.
—Hola, encanto —dij o Am erica, j usto antes de besar a su novio en
la boca.
—¿De qué os reíais? —preguntó Shepley.
—Ah, es que un chico se ha pasado toda la hora de clase m irando a
Abby. Ha sido adorable.
—Mientras fuera a Abby a quien m irara —dij o Shepley con un
guiño.
—¿Quién era? —dij o Travis con una m ueca.
Me reaj usté la m ochila e indiqué a Travis que m e la quitara de los
brazos y la cogiera. Sacudí la cabeza.
—Mare se im agina cosas.
—¡Abby ! ¡Menudo pedazo de m entirosa que estás hecha! Era Parker
Hay es, y resultaba evidente. El chico estaba prácticam entebabeando.