Maravilloso desastre Maravilloso Desastre | Page 55

estado allí… Ni siquiera quiero pensar en ello. ¿Y ahora esperas que me disculpe por hacer que te dejara en paz? —No quiero que te disculpes. Ni siquiera se trata de eso. —Entonces, ¿qué pasa? —me preguntó, buscándome los ojos. Su cara estaba a escasos centímetros de la mía y podía notar su aliento en mis labios. Fruncí el ceño. —Estoy borracha, Travis. Es la única excusa que tengo. —¿Quieres que te abrace hasta que te quedes dormida? —No respon- dí y él se movió para mirarme directamente a los ojos—. Debería decir que no para corroborar mi postura —dijo, arqueando las cejas—. Pero después me odiaría si me negara y no volvieras a pedírmelo. Apoyé la mejilla en su pecho, y él me abrazó más fuerte, suspirando. —No necesitas ninguna excusa, Paloma. Solo tienes que pedirlo. Entrecerré los ojos por la luz del sol que entraba por la ventana y enton- ces la alarma resonó en mis oídos. Travis seguía dormido, rodeándome todavía con brazos y piernas. Conseguí liberar un brazo para parar el despertador. Después de frotarme la cara, lo miré: estaba durmiendo sonoramente a dos centímetros de mi cara. —Oh, Dios mío —susurré, preguntándome cómo habíamos llegado a estar tan entrelazados. Respiré hondo y contuve la respiración mientras intentaba liberarme. —Déjalo, Paloma, estoy durmiendo —murmuró él, apretándome contra él. Después de varios intentos, finalmente conseguí soltarme, y me senté al borde de la cama, mirando hacia atrás para ver su cuerpo medio desnu- do, liado en las sábanas. Lo observé durante un momento y suspiré. Los límites empezaban a difuminarse, y era culpa mía. Su mano se deslizó sobre las sábanas hasta tocarme los dedos. —¿Qué pasa, Paloma? —dijo él, con los ojos apenas abiertos. —Voy a por un vaso de agua. ¿Quieres algo? Travis dijo que no con la cabeza, cerró los ojos y pegó la mejilla al colchón.