Maravilloso desastre Maravilloso Desastre | Page 53

—¡Nunca he dicho que lo fueras! ¡Estás conmigo veinticuatro horas, siete días a la semana, duermes en mi cama, pero la mitad del tiempo actúas como si no quisieras que te vieran conmigo! —¡Pero si he venido aquí contigo! —Siempre te he tratado con respeto, Paloma. Yo seguí en mis trece. —No, me tratas como si te perteneciera. ¡No tenías derecho a espan- tar a Ethan así! —¿Sabes quién es Ethan? —me preguntó. Cuando negué con la ca- beza, se acercó más. —Pues yo sí. El año pasado lo arrestaron por agresión sexual, pero retiraron los cargos. Crucé los brazos. —Oh, ¿entonces tenéis algo en común? Travis frunció el ceño, y los músculos de sus mandíbulas se movieron bajo la piel. —¿Me estás llamando violador? —dijo en un tono frío y bajo. Apreté los labios, todavía más enfadada por que tuviera razón. Lo había llevado demasiado lejos. —No, simplemente estoy cabreada contigo. —He estado bebiendo, ¿vale? Tu piel estaba a dos centímetros de la mía, eres guapa y hueles acojonantemente bien cuando sudas. ¡Te besé, lo siento! ¡Supéralo! Su disculpa me hizo esbozar una sonrisa. —¿Crees que soy guapa? Frunció el ceño con disgusto. —Eres una preciosidad y lo sabes. ¿Por qué sonríes? Intenté reprimir mi regocijo para no darle ese placer. —Nada. Vámonos. Travis se rio y sacudió la cabeza. —¿Qué? ¿Cómo? ¡Eres un auténtico dolor de cabeza! —me gritó, mirándome fijamente. No podía dejar de sonreír y, tras unos segundos, Travis sonrió. Sacudió la cabeza de nuevo, y después me pasó el brazo por el cuello. —Me vuelves loco. Lo sabes, ¿no? En el apartamento, todos cruzamos torpemente la puerta. Fui directa-