Maravilloso desastre Maravilloso Desastre | Page 49

tarse —dije, antes de dar un trago. —¿Bromeas? —me preguntó, apartando la botella de mi boca. Como no me retracté, se inclinó hacia mí—. En primer lugar…, tengo criterio. Nunca he estado con una mujer fea. Jamás. Y, en segundo, sí quería acos- tarme contigo. Me he imaginado tirándote sobre mi sofá de cincuenta maneras diferentes, pero no lo he hecho porque ya no te veo de ese modo. Y no porque no me atraigas, sino porque creo que eres mejor que eso. No pude contener la sonrisa de suficiencia que se extendió en mi cara. —Crees que soy demasiado buena para ti. Puso cara de desdén ante mi segundo insulto. —No conozco ni a un solo tío que sea suficientemente bueno para ti. La sonrisa petulante desapareció para dejar paso a una que demostra- ba agradecimiento, e incluso emoción. —Gracias, Trav —dije, mientras dejaba la botella vacía sobre la ba- rra. Travis me cogió de la mano. —Vamos —dijo él y me condujo entre la multitud hasta la pista de baile. —¡He bebido mucho! ¡Me voy a caer! Travis sonrió y tiró de mí hacia él, mientras me agarraba por las caderas. —Cállate y baila. America y Shepley aparecieron a nuestro lado. Shepley se movía como si hubiera visto demasiados vídeos de Usher. Estuve a punto de dejarme llevar por el pánico cuando Travis me apretó contra él. Si usaba alguno de esos movimientos en el sofá, entendía por qué tantas chicas se arriesgaban a sufrir una humillación por la mañana. Ciñó sus manos alrededor de mis caderas, y me di cuenta de que su expresión era diferente, casi seria. Le pasé las manos por el pecho y por los impecables abdominales, mientras se estiraban y tensaban bajo la ajustada camiseta, al ritmo de la música. Me puse de espaldas a él y son- reí cuando me agarró por la cintura. Por todo ello y por el alcohol que me corría por las venas, cuando apretó mi cuerpo contra el suyo, me vinieron ideas a la cabeza que eran cualquier cosa menos las de una simple amiga. La siguiente canción se unió a la que estábamos bailando, y Travis no dio señal alguna de querer volver al bar. Tenía la nuca cubierta de gotas de sudor, y las luces multicolores me hacían sentir algo mareada. Cerré