tarse —dije, antes de dar un trago.
—¿Bromeas? —me preguntó, apartando la botella de mi boca. Como
no me retracté, se inclinó hacia mí—. En primer lugar…, tengo criterio.
Nunca he estado con una mujer fea. Jamás. Y, en segundo, sí quería acos-
tarme contigo. Me he imaginado tirándote sobre mi sofá de cincuenta
maneras diferentes, pero no lo he hecho porque ya no te veo de ese modo.
Y no porque no me atraigas, sino porque creo que eres mejor que eso.
No pude contener la sonrisa de suficiencia que se extendió en mi cara.
—Crees que soy demasiado buena para ti. Puso cara de desdén ante
mi segundo insulto.
—No conozco ni a un solo tío que sea suficientemente bueno para ti.
La sonrisa petulante desapareció para dejar paso a una que demostra-
ba agradecimiento, e incluso emoción.
—Gracias, Trav —dije, mientras dejaba la botella vacía sobre la ba-
rra. Travis me cogió de la mano.
—Vamos —dijo él y me condujo entre la multitud hasta la pista de
baile.
—¡He bebido mucho! ¡Me voy a caer!
Travis sonrió y tiró de mí hacia él, mientras me agarraba por las
caderas.
—Cállate y baila.
America y Shepley aparecieron a nuestro lado. Shepley se movía
como si hubiera visto demasiados vídeos de Usher. Estuve a punto de
dejarme llevar por el pánico cuando Travis me apretó contra él. Si usaba
alguno de esos movimientos en el sofá, entendía por qué tantas chicas se
arriesgaban a sufrir una humillación por la mañana.
Ciñó sus manos alrededor de mis caderas, y me di cuenta de que su
expresión era diferente, casi seria. Le pasé las manos por el pecho y por
los impecables abdominales, mientras se estiraban y tensaban bajo la
ajustada camiseta, al ritmo de la música. Me puse de espaldas a él y son-
reí cuando me agarró por la cintura. Por todo ello y por el alcohol que me
corría por las venas, cuando apretó mi cuerpo contra el suyo, me vinieron
ideas a la cabeza que eran cualquier cosa menos las de una simple amiga.
La siguiente canción se unió a la que estábamos bailando, y Travis no
dio señal alguna de querer volver al bar. Tenía la nuca cubierta de gotas
de sudor, y las luces multicolores me hacían sentir algo mareada. Cerré