Maravilloso desastre Maravilloso Desastre | Page 47

America sonrió de oreja a oreja. —¡Shep! —gritó, entrando a toda prisa en el baño—. ¡Salimos esta noche! Fui la última en entrar en el baño, así que Shepley, America y Travis me esperaban impacientes, de pie junto a la puerta, cuando salí del cuarto de aseo con un vestido negro y unos zapatos de tacón rosa fuerte. America silbó. —¡Estás cañón, nena! Sonreí agradecida y Travis me tendió la mano. —Bonitas piernas. —¿Te dije que es una cuchilla mágica? —Me parece que no ha sido la cuchilla —dijo sonriendo, mientras tiraba de mí para que cruzara la puerta. En el bar de sushi, resultamos ruidosos y molestos, y ya habíamos be- bido suficiente para toda la noche antes de poner un pie en The Red Door. Shepley recorrió lentamente el aparcamiento, tomándose su tiempo para encontrar un espacio libre. —Estaría bien aparcar en algún momento de esta noche, Shep —mu- sitó America. —Oye, tengo que encontrar un sitio ancho. No quiero que algún idio- ta borracho me estropee la pintura. Cuando aparcamos, Travis inclinó el asiento hacia delante y me ayu- dó a salir. —Quería preguntaros por vuestros carnés de identidad. Son impeca- bles. Por aquí no los consigues así. —Sí, los tenemos desde hace tiempo. Era necesario… en Wichita —dije. —¿Necesario? —preguntó Travis. —Es bueno tener contactos —dijo America. Se le escapó un hipido y se tapó la boca, mientras se reía tontamente. —Por Dios, mujer —dijo Shepley, cogiendo a America del brazo, mientras ella caminaba torpemente sobre la grava—. Creo que ya has tenido bastante por esta noche. Travis puso mala cara. —¿De qué estás hablando, Mare? ¿Qué contactos? —Abby tiene algunos viejos amigos que…