compensarte. ¿Por qué no vamos a The Dutch esta noche?
—Pero si es un bar de moteros —dije, mientras observaba como ataba
mi bolsa a su moto.
—Vale, pues entonces vayamos al club. Te llevaré a cenar y después
podemos ir a The Red Door. Pago yo.
—¿Cómo arreglará el problema que salgamos a cenar y después vaya-
mos a un club? Que la gente nos vea juntos solo empeorará la situación.
Se sentó a horcajadas sobre la moto.
—Piénsalo. ¿Yo, borracho, en una habitación llena de mujeres ligeras
de ropa? La gente no tardará mucho en darse cuenta de que no somos
pareja.
—¿Y qué se supone que tengo que hacer yo? ¿Llevar a un tío del bar
a casa para dejarlo del todo claro?
—No he dicho eso. No hay necesidad de perder la cabeza —dijo con
mala cara.
Puse los ojos en blanco, me subí al asiento y rodeé su cintura con mis
brazos.
—¿Una chica cualquiera nos seguirá a casa desde el bar? ¿Así piensas
compensarme?
—¿Acaso estás celosa, Paloma?
—¿Celosa de qué? ¿De la imbécil con alguna infección de transmi-
sión sexual a la que echarás por la mañana?
Travis se rio y arrancó la Harley. Voló hacia su apartamento al doble
de la velocidad permitida, y cerré los ojos para no ver los árboles y los
coches que dejábamos atrás.
Después de bajarme de su moto, le di un golpe en el hombro.
—¿Es que se te ha olvidado que iba contigo? ¿Intentas matarme?
—Es difícil olvidar que estás detrás de mí cuando tus muslos me están
exprimiendo la vida. —Su siguiente pensamiento le hizo sonreír—. De
hecho, no se me ocurre una manera mejor de morir.
—Realmente te falta un tornillo.
Apenas habíamos entrado cuando America salió del dormitorio de
Shepley.
—Estábamos pensando en salir esta noche. ¿Os apuntáis, chicos?
Miré a Travis y sonreí.
—Nos pasaremos por el bar de sushi antes de ir al Red.