Maravilloso desastre Maravilloso Desastre | Page 45

las escaleras. Cuando llegué al segundo piso, Travis estaba a mi lado. —Vamos, no te enfades. Solo era una broma. —Todo el mundo da ya por supuesto que nos estamos acostando. Lo estás empeorando. —¿Y a quién le importa lo que piensen los demás? —¡A mí, Travis! ¡A mí! Empujé la puerta de mi habitación, metí unas cuantas cosas al azar en una bolsita y después salí furiosa con Travis pisándome los talones. Se rio mientras me cogía la bolsa que llevaba en la mano, y me quedé mirándolo. —No tiene ninguna gracia. ¿Quieres que toda la universidad piense que soy una de tus zorras? Travis frunció el ceño. —Nadie piensa eso. Y, si alguien lo hace, será mejor que no llegue a mis oídos. Me sujetó la puerta y, después de pasar, me detuve abruptamente de- lante de él. —¡Eh! —dijo él, topándose conmigo. Me di media vuelta con grandes aspavientos. —¡Oh, Dios mío! La gente debe de pensar que estamos juntos y que tú sigues sin ninguna vergüenza con tu… estilo de vida. ¡Debo de parecer patética! —dije, dándome cuenta de la situación mientras hablaba—. No creo que deba seguir quedándome contigo; de hecho, creo que, en gene- ral, deberíamos mantenernos alejados el uno del otro durante un tiempo. Le cogí la bolsa y él volvió a quitármela de las manos. —Nadie piensa que estemos juntos, Paloma. No tienes que dejar de hablar conmigo para demostrar nada. Iniciamos una especie de pelea por la bolsa, y, cuando se negó a sol- tarla, proferí un fuerte gruñido defrustración. —¿Alguna vez se había quedado una chica, y me refiero a una que fuera solo tu amiga, a vivir contigo en tu casa? ¿Alguna vez habías lleva- do y traído a chicas a la universidad? ¿O habías comido con alguna todos los días? Nadie sabe qué pensar de nosotros, ¡aunque se lo expliquemos! Fue caminando hasta el aparcamiento con mis cosas como prenda. —Lo arreglaré, ¿vale? No quiero que nadie piense mal de ti por mi culpa —dijo con gesto turbado. Sus ojos brillaron y sonrió—. Déjame