Maravilloso desastre Maravilloso Desastre | Page 35

dos maletas del maletero, antes de seguirnos escaleras arriba. —Está abierto —dijo él, resoplando. America empujó la puerta y la mantuvo abierta. Shepley gruñó cuan- do dejó caer nuestro equipaje en el suelo. —¡Nena, tu maleta pesa diez kilos más que la de Abby! America y yo nos quedamos heladas cuando una mujer emergió del baño, abotonándose la blusa. —Hola —dijo ella, sorprendida. Sus ojos con el rímel corrido nos examinaron antes de ir a parar a nuestro equipaje. La reconocí como la chica morena de piernas largas a la que Travis había seguido desde la cafetería. America clavó la mirada en Shepley, que levantó las manos. —¡Está con Travis! Travis apareció en calzoncillos y bostezó. Miró a su invitada y le dio una palmadita en el trasero. —La gente a la que esperaba está aquí. Será mejor que te vayas. Ella sonrió y lo envolvió con sus brazos, mientras lo besaba en el cuello. —Te dejaré mi número sobre la encimera. —Eh…, no te molestes —dijo Travis en tono distendido. —¿Cómo? —preguntó ella, echándose hacia atrás para mirarlo a los ojos. —¡Siempre lo mismo! —dijo America. Miró a la mujer—. ¿Cómo puede ser que te sorprendas? ¡Es Travis Maddox, joder! ¡Es famoso pre- cisamente por eso, pero las chicas siempre se sorprenden! —prosiguió ella volviéndose hacia Shepley, que la rodeó con el brazo y le hizo gestos para que se calmara. La chica frunció el ceño a Travis, cogió su cartera y salió hecha una furia, dando un portazo tras ella. Travis, por su parte, fue hasta la cocina y abrió la nevera como si no hubiera pasado nada. America meneó la cabeza y reanudó su camino por el pasillo. Shepley la siguió, arqueando el cuerpo para compensar el peso de la maleta que arrastraba. Me derrumbé sobre el sillón abatible y suspiré, mientras me pregun- taba si estaba loca por haber accedido a ir allí. No había tenido en cuen- ta que el apartamento de Shepley era una puerta giratoria para barbies