—¿Y si lo utiliza?
America se encogió de hombros.
—Entonces, puedes dormir en la cama de Travis.
—¡Ni en sueños!
Ella puso los ojos en blanco.
—No seas cría, Abby. Sois amigos, ¿no? Si no ha intentado nada a
estas alturas, no creo que lo haga ya.
Sus palabras me cerraron el pico. Travis había estado rondándome
de un modo o de otro todas las noches durante algunas semanas. Me
había sentido tan ocupada asegurándome de que todo el mundo supiera
que éramos amigos que no se me había ocurrido que realmente solo se
mostraba interesado en mi amistad. No estaba segura de por qué, pero
me sentí insultada.
Kara nos miró con incredulidad.
—¿Travis Maddox no ha intentado acostarse contigo?
—¡Somos amigos! —dije a la defensiva.
—Ya, ya, pero ¿ni siquiera lo ha intentado? Se ha acostado con todo
el mundo.
—Excepto con nosotras —dijo America, escrutándola—. Y contigo.
Kara se encogió de hombros.
—Bueno, yo no lo conozco. Solo he oído hablar de él.
—Exactamente —le espeté—. Ni siquiera lo conoces.
Kara volvió a su ordenador, ignorando nuestra presencia. Suspiré.
—Vale, Mare. Necesito coger unas cuantas cosas.
—Asegúrate de llevar suficiente ropa para unos cuantos días, quién
sabe cuánto tardarán en arreglar las calderas—dijo ella, demasiado
emocionada.
El miedo se apoderó de mí, como si fuera a colarme en territorio
enemigo.
—Hum …, está bien.
America dio un salto y me abrazó.
—¡Qué divertido va a ser esto!
Media hora después, habíamos cargado su Honda y nos dirigíamos
al apartamento. America apenas se tomó un respiro entre frases incohe-
rentes, mientras conducía. Tocó el claxon cuando se disponía a detenerse
donde solía aparcar. Shepley bajó corriendo los escalones y sacó nuestras