El saludable interés de Travis había sobrepasado sus expectativas.
El examen acabó resultándome un paseo, y fui a sentarme a los es-
calones del exterior del edificio para esperar a America. Cuando bajó
repentinamente hasta mi lado, con cara de derrota, esperé a que hablara.
—¡Me ha ido fatal! —gritó ella.
—Deberías estudiar con nosotros. Travis lo explica realmente bien.
America soltó un lamento y apoyó la cabeza en mi hombro.
—¡No me has ayudado nada! ¿No podrías haber hecho algún gesto
con la cabeza por cortesía o algo?
Le rodeé el cuello con el brazo y la acompañé hasta nuestra residencia.
Durante la semana siguiente, Travis me ayudó con mi ensayo de Historia
y me hizo de tutor en Biología. Fuimos juntos a ver la lista de notas
colgada fuera del despacho del profesor Campbell. Yo era la tercera es-
tudiante con mejor nota.
—¡El tercer puesto de la clase! ¡Bien hecho, Paloma! —dijo él,
abrazándome.
Sus ojos brillaban de emoción y orgullo, y di un paso atrás presa de
un repentino sentimiento de incomodidad.
—Gracias, Trav. No podría haberlo hecho sin ti —dije, tirando de su
camiseta.
Me miró por encima del hombro y empezó a avanzar entre la multitud
que había detrás de nosotros.
—¡Abrid paso! ¡Moveos, gente! Haced sitio para el cerebro horrible-
mente desfigurado y enorme de esta pobre mujer. ¡Es una supergenio!
Me reí al ver las expresiones de diversión y curiosidad de mis
compañeros.
Conforme pasaron los días, tuvimos que sortear los persistentes rumores
acerca de que teníamos una relación. La reputación de Travis ayudó a
acallar el rumor. Nunca había sabido estar con una sola chica más de
una noche, así que cuanto más nos veían juntos, mejor entendía la gente
nuestra relación platónica como lo que era. Ahora bien, ni siquiera las
constantes preguntas sobre nuestro vínculo hicieron disminuir la aten-