Los ojos de Parker se iluminaron un poco cuando me miró y sonrió.
—Hola, Abby.
—Hola —respondí, sorprendida de que supiera mi nombre. Lo había
visto en clase, pero nunca nos habíamos presentado.
Parker siguió hasta su asiento, bromeando con quienes se sentaron a
su lado.
—¿Quién es ese? —pregunté.
Travis se encogió de hombros, pero la piel de alrededor de sus ojos
parecía más tensa que antes.
—Es Parker Hayes, uno de mis hermanos de Sig Tau.
—¿Estás en una hermandad? —pregunté, vacilante.
—En Sigma Tau, la mism a que Shep. Pensé que lo sabías —dijo,
mirando por encima de mí a Parker.
—Bueno…, es que no pareces el tipo de chico que está en una her-
mandad —dije, observando los tatuaj es en sus antebrazos.
Travis volvió a centrar su atención en mí y sonrió.
—Mi padre es un antiguo miembro, y todos mis hermanos son Sig
Tau. Es una tradición familiar.
—¿Y esperan que jures fidelidad a la hermandad? —pregunté,
escéptica.
—En realidad, no. Son buenos tipos —dijo él, hojeando mis pape-
les—. Será mejor que te vayas ya a clase.
—Gracias por ayudarme —dije, dándole un golpecito con el codo.
Llegó America y la seguí hasta nestros asientos.
—¿Cómo ha ido? —preguntó ella. Me encogí de hombros.
—Es un buen tutor.
—¿Solo un tutor?
—También es un buen amigo.
Pareció decepcionada, y yo me reí por la expresión de frustración de
su cara. Siempre había sido uno de los sueños de America que saliéramos
con dos chicos que fueran amigos y compañeros de habitación-guion-
primos; para ella, era como si nos tocara el gordo. Quería que compartié-
ramos habitación cuando decidió venir conmigo a Eastern, pero yo veté
su idea con la esperanza de ampliar un poco mi horizonte. Cuando dejó
de hacer pucheros por mi decisión, focalizó sus esfuerzos en encontrar a
un amigo de Shepley a quien presentarme.