–Me refiero a tu licenciatura. No pareces el tipo de chico que se espe-
cializa en derecho penal.
Juntó las cejas, repentinamente centrado en nuestra conversación.
–¿Por qué?
Re pasé los tatuajes que le cubrían el brazo.
–Diré simplemente que no te pega lo de derecho penal.
–No me meto en problemas… la mayor parte del tiempo. Papá era
bastante estricto.
–¿Y tu madre?
–Murió cuando yo era niño –comentó, con total naturalidad.
–Lo…lo siento –dije, sacudiendo la cabeza.
Su respuesta me pilló desprevenida. Rechazó mi simpatía.
–No la recuerdo. Mis hermanos sí, pero yo sólo tenía tres años cuando
murío..
–Cuatro hermanos, ¿eh? ¿Cómo los distinguías?
–Los distinguía según quién golpeaba más fuerte, que resultó coinci-
dir con el orden de sus edades. Thomas, los gemelos… Taylor y Tayler, y
después, Trenton. Es mejor que nunca te quedes a solas en una habitación
con Taylor y Ty. Aprendí de ellos la mitad de lo que hago en el Círculo.
Trenton era el más pequeño, pero también el más rápido. Ahora es el
único que podría darme un puñetazo.
Sacudí la cabeza, aturdida por la idea de cinco Travis correteando por
una sola casa.
–¿Y todos llevan tatuajes?
–Sí, menos Thomas. Trabaja como ejecutico en California.
–¿Y tú padre? ¿Dónde está?
–Anda por aquí –dijo él.
Volvía a apretar las mandíbulas, cada vez más irritado con el equipo
de fútbol.
–¿De qué se ríen? –le pregunté, señalando la ruidosa mesa. Sacudió la
cabeza. Era evidente que no quería compartirlo. Me crucé de brazos sin
saber como estar en mi asiento, nerviosa por lo que estarían diciendo que
tanto le molestaba–. Dímelo.
–Se están riendo de que te haya traído a comer, primero. No suele
ser… mi rollo.
–¿Primero? –Cuando caí en la cuenta de a qué se refería, Travis se