Am erica, Finch y y o estábam os sentados en una m esa cercana,
observando a Shepley y a Travis j ugar al billar contra dos de sus herm
anos Sig Tau.
—¡Vam os, cariño! —gritó Am erica, levantándose sobre los pelda-
ños de su taburete.
Shepley le guiñó el oj o, y entonces tiró y m etió la bola en el aguj ero
m ás alej ado de laderecha.
—¡Bieeeen! —chilló ella.
Un trío de m uj eres vestidas com o los Ángeles de Charlie se acer-
caron a Travis, que estaba esperando su turno, y y o sonreí, m ientras él
hacía todo lo posible por ignorarlas. Cuando una de ellas le acarició el
brazo siguiendo la línea de uno de sus tatuaj es, Travis se apartó. Cuando
le tocó lanzar, la echó y ella se fue haciendo pucheros con sus amigas.
—¿Te das cuenta de lo ridículas que son? Esas chicas no tienen ver-
güenza ni la conocen —dij o Am erica.
Finch sacudió la cabeza con asom bro.
—Es Travis. Supongo que es el rollo del chico m alo. O bien quieren
salvarlo o creen que son inm unes a sus m odos. No estoy seguro de por
qué opción decantarme.
—Probablem ente por am bas —dij e riéndom e y burlándom e delas
chicas que esperaban a que Travis les prestara algo de atención.
—¿Te im aginas tener que esperar a ser la elegida? ¿Saber que te van
a usar para elsexo?
—Problem as con papá —dij o Am erica, dando un trago a su bebida.
Finch apagó el cigarrillo y nos tiró de los vestidos.
—¡Vam os, chicas! ¡El Finch quiere bailar!
—Te acom paño solo si m e prom etes no volver a llam arte a ti m ism
o así — dij o Am erica.
Finch se m ordió el labio inferior, y Am erica sonrió.
—Venga, Abby. No querrás hacerm e llorar, ¿verdad?
Nos unim os a los policías y vam piros que estaban en la pista de
baile, y Finch em pezó a m ostrar su repertorio de pasos a lo Justin
Tim berlake. Lancé una m irada a Travis por encim a del hom bro y lo
pillé m irándom e desde la esquina por el rabillo del oj o, m ientras fingía
observar a Shepley m eter la bola núm ero ocho que le daba la partida.
Shepley recogió sus ganancias, y Travis se dirigió a la larga m esa,