Capítulo 11
Celos
Me desperté boca abaj o, desnuda y enrollada en las sábanas de Travis
Maddox. Mantuve los oj os cerrados m ientras sentía que m e acariciaba
la espalda y el brazo con losdedos.
Soltó un largo y contenido suspiro al exhalar y dij o en voz baj a:
—Te quiero, Abby. Te voy a hacer feliz. Lo j uro.
La cam a se hundió en el centro cuando él cam bió de po-
sición; inm ediatam ente, noté sus labios en la espalda m ientras m
e iba besando lentam ente. Me quedé quieta y, j usto al llegar debaj o
de m i orej a, se levantó y cruzó la habitación. Sus pisadas se alej aron
lentam ente por el pasillo, y las tuberías silbaron por la presión del agua
de laducha.
Abrí los oj os, m e erguí y m e estiré. Me dolían todos los m úsculos
del cuerpo, incluso aquellos cuy a existencia desconocía. Mientras m e
suj etaba las sábanas a la altura del pecho, m iré por la ventana y observé
las hoj as am arillas y roj as que caíanenespiraldesdelasramasalsuelo.
Su teléfono m óvil vibró en alguna parte del pavim ento y, después de
rebuscar entre la ropa tirada en el suelo, lo encontré en el bolsillo de sus
tej anos. La pantallaseiluminóconunnúmero,sinnombreasignado.
—¿Diga?
—Eh… ¿Está Travis? —preguntó una m uj er.
—Está en la ducha, ¿quieres que le dé algún m ensaj e?
—Sí, claro. Dile que Megan ha llam ado, ¿vale?
Travis entró, atándose la toalla alrededor de la cintura, y y o sonreí
m ientras le entregaba elteléfono:
—Es para ti —dij e.
Me besó antes de m irar la pantalla y sacudió la cabeza.
—¿Sí? Era m i novia. ¿Qué necesitas, Megan? —Escuchó durante un
m om ento y, entonces, sonrió—. Bueno, Palom a es especial, qué quie-
res que te diga. — Después de una larga pausa, puso los oj os en blanco.