—No pares —supliqué.
Me penetró de nuevo, y gim ió tan fuerte que le tapé la boca. Después
de unas cuantas respiraciones agitadas, m e m iró a los oj os y m e besó
una y otra vez. Me cogió la cara con am bas m anos y m e besó otra vez,
m ás lentam ente, con m ás ternura. Acarició m is labios con los suy os,
y después las m ej illas, la frente, la nariz y, entonces, finalm ente, volvió
a m is labios.
Sonreí y suspiré. El cansancio podía conm igo. Travis m e acercó a él
y tiró de las sábanas para taparnos. Apoy é la m ej illa en su pecho y él m
e besó en la frenteunavezmás,entrelazandolosdedosdetrásdemí.
—No te vay as esta vez, ¿vale? Quiero despertarm e exactam ente
así por la mañana.
Lo besé en el pecho, presa de la culpa porque tuviera que pedírm elo.
—No m e iré a ninguna parte.