—Ahora solo puedo pensar en estrecharte entre m is brazos durante
toda la noche.
—Vám onos —dij e.
A pesar de la velocidad excesiva y los ataj os, el cam ino hasta el apar-
tam ento parecía no acabarse nunca. Cuando por fin llegam os, Travis
m e subió en brazos por las escaleras. Mientras él luchaba por abrir la
puerta, m e reí contra sus labios. Cuando m e dej ó en el suelo y cerró la
puerta detrás de nosotros, soltó un largo suspiro de alivio.
—No sentía que este sitio fuera m i casa desde que te fuiste —dij o,
antes de besarm e en los labios.
Toto vino corriendo por el pasillo y m ovió la colita, m ientras saltaba
sobre m is piernas. Lo acaricié y lo levanté del suelo.
La cam a de Shepley cruj ió, y sus pies retum baron en el suelo. La
puerta se
abrió de golpe, y entrecerró los oj os por la luz.
—¡Joder, Travis, no voy a consentirte esta m ierda! Estás enam orado
de Ab…
—Cuando pudo enfocar la m irada, se dio cuenta de su error—… by.
Hola, Abby.
—Hola, Shep —dij e, m ientras dej aba a Toto en el suelo.
Travis tiró de m í, dej ando atrás a su prim o, que seguía estupefacto,
y cerró la puerta detrás de nosotros de una patada, atray éndom e a sus
brazos y besándom e sin pensárselo dos veces, com o si lo hubiéram os
hecho un m illón de veces antes. Le quité la cam iseta por encim a de la
cabeza, y él m e baj ó la chaqueta por los hom bros. Dej é de besarlo el
tiem po suficiente para quitarm e el j ersey y el top, y después m e lancé
de nuevo a sus brazos. Nos desvestim os el uno al otro, y a los pocos
segundos m e tum bó sobre el colchón. Alargué el brazo por encim a de
la cabeza para abrir el caj ón y m etí la m ano dentro, buscando cualquier
cosa que cruj iera.
—Mierda —dij o él, j adeando y frustrado—. Me deshice de ellos.
—¿Qué? ¿De todos?
—Pensaba que no ibas a…, si no iba a estar contigo, no los necesitaba.
—¡Estás de brom a! —dij e, dej ando caer la cabeza hacia atrás contra
el cabecero.
Apoy ó la frente en m i pecho.