las lentillas por gafas de montura negra rectangular. Llevaba una camise-
ta raída y pantalones de chandál, y andaba con un par de chanclas. Unas
horas antes se me había ocurrido que lo mejor, en cualquier caso, era ir
lo menos atractiva posible. Si todo iba según lo previsto, las ansias de
Travis se calmarían al instante y dejaría a un lado su ridícula persistencia.
Si buscaba ser mi colega, seguiría siendo demasiado joven para dejarse
ver conmigo.
America bajó la ventanilla y escupió el chicle.
–Está tan claro lo que haces… ¿Por qué no te revuelcas directamente
en la mierda de perro para completar tu vestimenta?
–No intento impresionar a nadie –dije.
–Obviamente.
Nos detuvimos en el aparcamiento del complejo de apartamentos de
Shepley, y seguí a America hasta las escaleras. Shepley abrió la puerta y
se rio cuando entré.
–¿Qué te ha pasado?
–Intenta estar poco impresionante –dijo America.
America siguió a Shepley a su habitación. la puerta se cerró y me
quedé sola; me sentía fuera de lugar. Me acomodé en el sillón reclinable
que estaba más cerca de la puerta y me quité las chanclas.
Estéticamente, su apartamento era más agradable que el típico piso
de solteros. En las paredes estaban colgados los predecibles pósters de
mujeres medio desnudas y letreros de calle robados, pero estaba limpio,
los muebles eran nuevos y no olía ni a cerveza putrefacta ni a ropa sucia.
–Ya iba siendo hora de que aparecieras –dijo Travis, mientras se de-
jaba caer en el sofá.
Sonreí, me subí las gafas sobre la nariz y esperé a que él se burlara
de mi aspecto.
–America tenía que acabar un trabajo.
–Hablando de trabajos, ¿has empezado ya el de Historia? –Mi pelo
enmarañado ni siquiera le hizo pestañear, y fruncí el ceño por su reacción.
–¿Tú sí?
–Lo he acabado esta tarde.
–No hay que acabarlo hasta el miércoles que viene –dije, sorprendida.
–Pues yo acabo de rematarlo. ¿Qué dificultad hay en un ensayo de dos
páginas sobre Grant?