—No te entiendo, Palom a. Pensaba que conocía a las m uj eres, pero
tú eres tan confusa que no sé a qué atenerme.
—Yo tam poco te entiendo. Se supone que eres el rom pecorazones
de Eastern. No estoy disfrutando de la experiencia de estudiante de
prim er año que prometíanenelfolleto—respondíbromeando.
—Bueno, eso es un hito. Nunca m e había acostado con ninguna chica
que luegoquisieralibrarsedemí—dijoél,sindejardedarmelaespalda.
—No se trata de eso, Travis —m entí, avergonzada de que hubiera
adivinado m is intenciones sin darse cuenta de la razón quetenía.
Meneó la cabeza y encendió el m otor, en dirección a la calle. Conducía
con una lentitud extraña para ser él, deteniéndose en todos los sem áforos
en ám bar y cogiendoelcaminolargoalcampus.
Cuando aparcam os delante de la entrada de Morgan Hall, m e
invadió la m ism a tristeza que sentí la noche que m e fui del apartam
ento. Tanta em otividad era ridícula, pero, cada vez que hacía algo para
alej arlo, m e aterrorizaba que pudierafuncionar.
Me acom pañó hasta la puerta y saqué m i llave, evitando sus oj os.
Mientras m aniobraba torpem ente con el m etal, noté de repente su m
ano en la barbilla y su pulgar acariciándom e suavemente los labios.
—¿Te ha besado? —m e preguntó.
Me aparté, sorprendida al ver que sus dedos parecían producirm e
una sensación abrasadora que m e quem aba todos los nervios desde la
cabeza a los dedos de lospies.
—Realm ente se te da bien fastidiar una noche perfecta, ¿verdad?
—Así que te ha parecido perfecta, ¿eh? ¿Te lo has pasado bien
entonces?
—Siem pre m e lo paso bien cuando estoy contigo.
Baj ó la m irada al suelo y arqueó am bas cej as a la vez.
—¿Te ha besado?
—Sí —suspiré, irritada. Cerró los oj os con fuerza.
—¿Eso fue todo?
—Eso no es asunto tuy o —dij e, abriendo la puerta de par en par.
Travis la cerró y se interpuso en m i cam ino con una expresión de
disculpa.
—Necesito saberlo.
—¡No, en absoluto! ¡Apártate, Travis!