Maravilloso desastre Maravilloso Desastre | Page 167

se volvía borrosa a nuestro paso, y no m e im portaba lo rápido que con- ducía o el frío que m e azotaba la piel; ni siquiera m e fij aba en dónde estábam os. Solo podía pensar en su cuerpo contra el m ío. No teníam os destino ni horario, y cruzábam os las calles m ucho después de que todo el m undo, excepto nosotros, las hubieraabandonado. Travis se detuvo en una gasolinera y aparcó. —¿Quieres algo? —m e preguntó. Dij e que no con la cabeza, m ientras m e baj aba de la m oto para estirar las piernas. Me vio desenredarm e el pelo con los dedos y sonrió. —Déj alo. Estás acoj onantem ente guapa. —Sí, parezco sacada de un vídeo de rock de los ochenta —respondí. Él se rio y después bostezó, m ientras espantaba las polillas que zum baban a su alrededor. La boquilla de la m anguera tintineó y resonó con m ás fuerza de lo que debería en la calm a de la noche. Parecía que éram os las únicas dos personas sobre la faz de laTierra. Saqué el m óvil y com probé la hora. —Oh, Dios m ío, Trav. Son las tres de la m añana. —¿Quieres volver? —preguntó con gesto de decepción. Apreté los labios. —Sería m ej or que sí. —¿Sigue en pie lo de los bolos de esta noche? —Ya te he dicho que sí. —Y vendrás conm igo a la fiesta de Sig Tau dentro de un par de sem anas, ¿verdad? —¿Insinúas que no cum plo m i palabra? Me parece un poco insultan- te. Sacó la m anguera del depósito y la colgó en su base. —Es que y a no sabría predecir qué vas a hacer. Se sentó en la m oto y m e ay udó a subirm e detrás de él. Pasé los dedos por las presillas de su cinturón, pero después lo pensé m ej or y lo rodeé con m is brazos. Suspiró y enderezó la m oto; parecía resistirse a encender el m otor. Se le pusieron los nudillos blancos de la fuerza con la que agarraba el m anillar. Cogió aliento, com o si fuera a em pezar a hablar y después sacudió la cabeza. —Me im portas m ucho, y a lo sabes —dij e, m ientras lo abrazaba con fuerza.