Maravilloso desastre Maravilloso Desastre | Page 166

con él fuera y decirle que y a estoy en lacam a? —Sí, sí que has sonreído, y no, sal y díselo tú m ism a. —Sí, claro, Mare, salir ahí y decirle que y a estoy en la cam a es un plan perfecto. Se dio m edia vuelta y se dirigió a su habitación. Levanté las m anos y volví a dej arlas caer sobre los m uslos. —¡Mare! Por favor. —Que te diviertas, Abby. Sonrió y desapareció en su habitación. Baj é las escaleras y m e encontré a Travis sobre su m oto, que esta- ba aparcada delante de los escalones delanteros. Llevaba una cam iseta blanca con dibujosnegros,quedestacabalostatuajesdesusbrazos. —¿No tienes frío? —pregunté, apretándom e m ás la chaqueta. —Estás guapa. ¿Te lo has pasado bien? —Eh…, sí, gracias —dij e, distraída—. ¿Qué haces aquí? Pisó el ace- lerador y el m otor rugió. —Iba a dar un paseo para aclararm e las ideas. Quiero que m e acom pañes. —Hace frío, Trav. —¿Quieres que vay a a coger el coche de Shep? —Mañana vam os a j ugar a los bolos. ¿No puedes esperar hasta entonces? —He pasado de estar contigo cada segundo del día a verte diez m inutos si tengosuerte. Sonreí y sacudí la cabeza. —Solo han pasado dos días, Trav. —Te echo de m enos. Sube el culo al asiento y vám onos. No pude discutir. Yo tam bién lo echaba de m enos. Más de lo que podría adm itir j am ás. Me subí la crem allera de la chaqueta, m e senté detrás de él y deslicé los dedos en las presillas de sus tej anos. Me acercó las m uñecas a su pecho y después las puso una encim a de otra. Cuando crey ó que lo abrazaba lo suficientem ente fuerte, arrancó y salió despe- dido a toda velocidad calle abajo. Apoy é la m ej illa en su espalda y cerré los oj os, m ientras respira- ba su olor. Me recordó a su apartam ento, a sus sábanas y a cóm o olía cuando iba por su casa con una toalla anudada en la cintura. La ciudad