Su expresión cam bió de j uguetona a íntim a; m e atraj o hacia sus
brazos y m e besó en el cuello. Todos los m úsculos de m i cuerpo se
tensaron. Habría preferido estar en cualquier parte m enos en ese apartam
ento.
Mi m óvil sonó y, antes de responder, le ofrecí una sonrisa de disculpa.
—¿Cóm o va la cita, Palom a?
Me volví de espaldas a Parker y susurré al teléfono.
—¿Qué necesitas, Travis?
Intenté que m i voz sonara dura, pero se ablandó por m i alivio de oír
su voz.
—Quiero ir a j ugar a los bolos m añana. Necesito a m i com pañera.
—¿Bolos? ¿No podrías haberm e llam ado después?
Me sentí una hipócrita al decirle aquello puesto que había esperado
una excusa para alej ar los labios de Parker de mí.
—¿Cóm o iba a saber cuándo habrías acabado? Oh, eso no ha sonado
bien…
—dij o las últim as palabras en voz m ás baj a, parecía que le habían
hecho gracia.
—Te llam o m añana y lo hablam os, ¿vale?
—No, no vale. Me has dicho que querías que fuéram os am igos, ¿y
no podem os salir? —Puse los oj os en blanco y Travis resopló—. No m
e pongas los ojos en blanco. ¿Vienes o no?
—¿Cóm o has sabido que he puesto los oj os en blanco? ¿Me es-
tás acosando? — pregunté, dándom e cuenta de que las cortinas estaban
corridas.
—Siem pre estás poniendo los oj os en blanco. ¿Sí? ¿No? Estás m
algastando un tiem po precioso de tu cita.
Qué bien m e conocía. Luché contra m is deseos de pedirle que pasara
a recogerm e inm ediatam ente. No pude evitar sonreír al pensarlo.
—¡Sí! —dij e en voz baj a, intentando no sonreír—. Iré.
—Te recogeré a las siete.
Me volví a Parker, sonriendo com o el gato de Cheshire.
—¿Travis? —m e preguntó con un gesto de com plicidad.
—Sí —fruncí el ceño al ver que m e había pillado.
—¿Seguís siendo solo am igos?
—Solo am igos —apostillé de inm ediato.