Travis.
—¿Cuál es el plan?
—Bueno, y a estoy instalado del todo en m i apartam ento. He pensa-
do que podríam os cenar allí.
—Yo tam bién tengo m uchas ganas de que llegue esta noche —dij e,
intentando convencerme.
Dado que Am erica se negó a colaborar, Kara se convirtió en la única
persona disponible, aunque reticente, para ay udarm e a elegir un vestido
para m i cita con Parker. En cuanto m e lo puse, volví a quitárm elo a
toda prisa y m e deslicé dentro de un par de tej anos. Después de
pasarm e toda la tarde reflexionando m elancólica sobre m i fallido
plan, no tenía ánim os para arreglarm em ucho. Pensando en el frío que
haría, m e puse un j ersey de cachem ira color m arfil, sobre un top m
arrón, y esperé j unto a la puerta. Cuando el reluciente Porsche de Parker
se detuvo delante de Morgan, m e apresuré a salir por la puerta antes de
que él pudierasubir.
—Pensaba pasar a recogerte —dij o decepcionado m ientras suj etaba
la puerta.
—Pues te he ahorrado el viaj e —dij e, m ientras m e abrochaba el
cinturón.
Se sentó a m i lado y, tocándom e am bos lados de la cara, m e besó
con sus suaves labios de peluche.
—Vay a —dij o con un suspiro—, he añorado tu boca.
Su aliento era m entolado, su colonia olía increíblem ente bien, sus m
anos eran cálidas y suaves, y tenía un aspecto fantástico con unos tej anos
y una cam isa verde de vestir, pero no pude obviar la sensación de que
faltaba algo. Era obvio quelaemocióndelprincipiohabíadesaparecido, y
en silencio maldije a Travis por quitarm e eso.
Me obligué a sonreír.
—Me tom aré eso com o un cum plido.
Su apartam ento era exactam ente com o había im aginado: inm acu-
lado, con caros aparatos electrónicos en cada rincón, y con toda probabi-
lidad decorado por su madre.
—¿Y bien? ¿Qué te parece? —dij o él, sonriendo com o un niño que
enseña su j uguetenuevo.
—Es genial.