Capítulo 10
Cara de pórquer
Me situé dos m esas m ás allá y una m esa m ás atrás. Apenas veía
a Am erica y a Shepley desde m i asiento, y m e agaché sobre la m esa,
m ientras observaba a Travis m irar fij am ente la silla vacía que solía
ocupar y o antes de sentarm e al final del com edor. Me sentía ridícula
por esconderm e así, pero no estaba preparada para sentarm e delante de
él durante una hora entera. Cuando acabé de com er, respiré hondo y salí
fuera, donde Travis estaba acabando de fum ar un cigarrillo.
Me había pasado la m ay or parte de la noche intentando tra-
zar un plan que nos devolviera a donde estábam os antes. Si tra-
taba nuestro encuentro tal y com o él solía considerar el sexo en
general, m is posibilidades m ej oraban. El plan conllevaba el ries-
go de perderlo definitivam ente, pero esperaba que su enorm e
egomasculinoloobligaraacomportarsedelmismomodoqueyo.
—Hola —dij e.
Él puso cara de contrariedad.
—Hola. Pensaba que estarías com iendo.
—Tuve que entrar y salir a toda prisa, tengo que estudiar —le respon-
dí, encogiéndom e de hom bros y fingiendo despreocupación lo m ej or
que pude.
—¿Necesitas algo de ay uda?
—Es Cálculo. Creo que lo tengo controlado.
—Puedo pasarm e para darte apoy o m oral.
Sonrió y se m etió la m ano en el bolsillo. Los sólidos m úsculos del
brazo se le tensaron con el m ovim iento, y el recuerdo de sus brazos
flexionándose m ientras m e penetraba volvió con vívido detalle a m i
cabeza.
—Eh… ¿Cóm o? —pregunté, desorientada por el repentino pensam
iento eróticoquehabíacruzadomimente.
—¿Se supone que tenem os que fingir que lo de la otra noche nunca
pasó?